domingo, 13 de octubre de 2019

El carácter es el destino (Continuación del comentario de Brooklyn y fin)

Un historia de amor para el resto de la vida


La sinceridad como un valor en sí no es algo que Eilis toma en consideración. Ella sabe que debería decir que esta casada a su madre y amigos, y si no lo hace es porque no se ve motivada o empujada a hacerlo. Esa omisión le da una ventaja que no había contemplado, pero de la que se beneficia en un principio: Jim Farrel no se hubiera acercado como lo hizo. Conforme la relación entre los dos se hace más íntima, Eilis la disfruta, no tiene presente a Tony. Su condición civil se emboza con el nuevo sentimiento de sentirse enamorada y se da cuenta que nunca lo ha estado de su marido. En Enniscorthy, en su tierra natal que tanto ha echado de menos, Brooklyn deviene lejano. Por las noches, ve las cartas de Tony, las sigue recibiendo pero ya no las abre, las guarda en el cajón junto con sus escrúpulos. Si se pusiera a reflexionar, se le acabaría la felicidad.

La que pone fin al sueño que vive Eilis es la peor persona de la novela. La señora Kelly le esboza su situación ante los ojos, la que sin decirlo la tacha de inmoral. Es una casualidad que sea ella, precisamente, la que esté informada de la relación sentimental de Eilis en Brooklyn, y de que, con medias palabras, le haga saber que de ella no puede esperar una cómplice comprensiva. Cuando sale de casa de esta mujer, nuestra protagonista ya sabe lo que tiene que hacer. Se da perfecta cuenta de que este viaje a Enniscorthy constituye un capítulo excepcional de su vida, no es su vida real. Al día siguiente de su entrevista con la señora Kelly, emprende el viaje de vuelta a Brooklyn sin hablar con Jim, sin decirle la razón de su partida. Ahora tiene prisa por regresar y le confiesa a su madre que está casada. La despedida es parca y breve, no median explicaciones.

Así termina la novela:
""Ha vuelto a Brooklyn", diría su madre. Y, mientras el tren cruzaba Macmine Bridge en dirección a Wexford, Eilis imaginó los años venideros, cuando aquellas palabras significaran cada vez menos para el hombre que las había escuchado y cada vez más para ella. Casi sonrió al pensar en ello, después cerró los ojos e intentó no imaginar nada más".

¿Qué significa esa "casi sonrisa"? Colm Toibin deja que el lector la interprete; quiere decir tantas cosas que el autor se calla, no viene a ayudarnos como lo haría otra gran escritora, estoy pensando en George Eliot, Ahí está una "casi sonrisa", la vemos como si fuera la cámara que se acerca al rostro de Eilis y el espectador lee en sus ojos la profundidad de sus pensamientos. Este episodio quedará en su memoria mucho tiempo vivo, será su secreto. Jim sufrirá al principio y después se cerrará la herida. Una aventura amorosa que ha durado un mes para él y, por sus consecuencias, probablemente toda una vida para ella. Y ahí esta su castigo: es la mala conciencia de haber engañado a los dos hombres que la quieren, la pena de causar dolor a Jim y, más aún, la pena que ella siente por si misma y que sabe que se merece. Esa media sonrisa que se esboza es el reconocimiento de que habrá en su dolor, justicia. Es una casi sonrisa sobre un fondo de tristeza. No quiere imaginar nada más porque sabe que tiene el resto de su vida para ello. Para pensar lo que hubiera podido suceder si hubiera tomado las riendas de su vida:

Si hubiera expresado que no quería emigrar, si no hubiera trabajado con la señora Kelly, si no se hubiera casado con Tony, si hubiera dicho que estaba casada a sus amigos, si se hubiera tenido el valor de sincerarse con Jim, de escribirle a Tony acerca de sus dudas, pero Eilis es como la conocemos a través de las páginas de la novela, su conducta es contemplativa, conciliadora, no está en su temperamento cambiar el curso de los acontecimientos. Con estos silencios tendrá que cargar Eilis, se los podrá explicar a sí misma, pero el lector que considera a Eilis una buena persona sabe que no podrá justificarse.

Recientemente he leído en el libro de Willa Cather Para mayores de cuarenta esta reflexión que suscribo:
"Walter Pater decía que todo auténtico gran drama debe, al final, seguir presente en la mente del lector como una especie de balada. Podría decirse que toda gran historia debe dejar en la mente del lector sensible intangible de placer: una cadencia, una calidad de voz que es exclusiva del escritor, individual, única." (pág. 85)

 Brooklyn seguirá en mi mente como una "especie de balada".


lunes, 9 de septiembre de 2019

Estar cerca de sí (continuación del comentario de Brooklyn)


Los filósofos antiguos afirmaban que para actuar bien hay que conocerse a sí mismo. Es una manera de expresar que la conclusión de la deliberación práctica tiene en cuenta las particularidades de los argumentos que forman la premisa menor. Si la premisa mayor es ¿qué debo hacer? o ¿cómo hacer lo correcto? y la premisa menor está constituida por el conjunto de todas las particularidades de la situación que el sujeto tiene el valor de exponerse a sí mismo, entonces la conclusión puede llegar a ser vinculante. El lector no puede encontrar, a priori, una razón para dudar de que Eilis Lacey, la protagonista de la novela  Brooklyn de Colm Toibin, no quiera hacer el bien para sí misma sin causar daño a otros.

Lo que he llamado "las particularidades de los argumentos" corresponde a lo que el filósofo británico Bernard Williams llama "el conjunto motivacional" de una persona. Saber lo que queremos, reflexionar sobre nuestras creencias constituye ese conocimiento de sí mismo que nos puede llevar a actuar bien. No es tan fácil saber lo que queremos, porque nos dejamos llevar por las preocupaciones cotidianas, porque pensamos a corto plazo, porque cambiamos, a veces sin darnos cuenta. Con respecto a nuestra protagonista, lo que el lector percibe es que no ha llevado nunca a cabo un relato más o menos completo de lo que quiere. Sabemos que quiere ser contable, como su hermana y que se alegra de contribuir a la economía familiar. Y sabemos también que no quiere emigrar. Lo que ocurre es que no lo dice y nadie se lo pregunta.

Es un hecho que no suele ser reconocido que en el seno de las familias no se enfoca directamente la educación moral. Lo que está bien y lo que no se aprende por ósmosis, por imitación y quizás también porque hay algo de natural o heredado. Y cuando la naturaleza ha dotado de un buen temperamento al individuo, insistir en pautas de corrección moral parece accesorio. Mi interpretación de la educación que Eilis ha vivido va en ese sentido: Eilis tiene un temperamento dócil, es "buena" al modo convencional y "externo" de entender esa palabra. En las dos entradas anteriores, he dibujado a Eilis como una joven obediente, atenta con los demás, que se adapta. Y parece que para su madre y hermana eso es suficiente; ellas están ahí para cuidar de Eilis y saben lo que es mejor para ella. No se le pregunta: ¿quieres irte a Estados Unidos?, ¿qué sientes?, ¿qué piensas?

Estoy convencida de que los especialistas en educación moral piensan que la expresión de nuestros pensamientos es a la vez expresión de nuestras emociones. Verbalizar nuestras creencias es la oportunidad de ponérnoslas enfrente y no sólo darlas a conocer a los otros, constituye un acceso a nuestra interioridad. Se inicia un diálogo consigo mismo y con los otros que es el camino al autoconocimiento.

Imaginar lo que nos gustaría ser conforma también un retrato de nosotros mismos: nos situamos ante los demás de una manera, ponemos en valor a personas y actividades, especulamos sobre nuestros sentimientos futuros. Tony, el marido americano de Eilis, se imagina el futuro con ella, donde vivirían y que tendrían hijos. Jim Farrell, su amigo íntimo de Enniscorthy, también se atreve a hacer planes que incluyen a Eilis. Y ella no dice nada. Lo que sabemos, lo único que ella sabe, es que le gustaría trabajar como contable.

Cuando la señora Kelly pide ver a Eilis y le comenta que tiene contacto con su casera en Brooklyn y que conoce su relación con Tony, Eilis sabe lo que tiene que hacer, volver a Estados Unidos. Se siente pillada, avergonzada, y huye. De su condición de mujer casada, solo informa a su madre, a Jim le escribe una carta. El lector piensa que es una manera precipitada y cobarde de irse, pero conocemos a Eilis mejor de lo que se conoce a sí misma y otra cosa nos hubiera extrañado. Es lo mejor que podía hacer, sin ser lo bueno que hubiera debido hacer.

El comentario de la novela tendrá una última entrada.

sábado, 31 de agosto de 2019

Los silencios de Eilis (continuacíón del comentario de la novela Brooklyn)





La vida que durante un mes ha llevado Eilis Lacey en Enniscorthy a su regreso de Estados Unidos es la experiencia tan singular a la que me he referido en la entrada anterior. Esa experiencia es de las que transforma el resto de la vida, y no porque se modifiquen las condiciones materiales de la vida, sino porque transforma la vida interior. Sería menos especial si Eilis pudiera contarla, pero no lo hará. Se convertirá en su secreto, un secreto doloroso porque engañó, pero también fue bonito, y representará en momentos de crisis una posibilidad de existencia que pudo ser y que no tuvo el valor de perseguir hasta el final. 

Esta entrada es una aproximación al carácter de Eilis o su falta del mismo. La cita que sigue da una idea del temperamento de nuestra protagonista por el contraste con el carácter de su novio. Tony  es un chico decidido, conoce la profundidad e intensidad de sus sentimientos y tiene imaginación y sabe que Eilis no la tiene, no se representa el futuro. ella está sumida en el presente, en sus tareas cotidianas y en sus recuerdos del hogar. En esta conversación, Eilis parece una niña, no se comporta como una joven que ha analizado sus sentimientos, que tiene expectativas, que reconoce sus dudas.

    “- Cásate conmigo antes de irte – dijo él, casi sin voz.
           -  ¿Qué has dicho? – Eilis fue hacia el portal y se sentó junto a él.
      - Si te vas, no volverás.
          --  Solo me voy un mes, ya te lo he dicho.
          -   Cásate conmigo antes de irte.
      - No confías en que vuelva.
      - He leído la carta que te escribió tu hermano. Sé lo difícil que sería para ti ir a casa y después tener que volver. Sé que sería difícil para mí. Sé lo buena persona que eres. Viviría con el temor de recibir una carta tuya contándome que tu madre no puede quedarse sola.
      -   Te prometo que volveré. 

      (.........)
      Al hablar los ojos de Tony se llenaron de lágrimas.
      - Porque si no lo hacemos, me volveré loco.
      - ¿Y no se lo diremos a nadie?
      - A nadie. Nos tomaremos medio día libre, ya está.
      - ¿Y llevaré anillo?
      - Puedes hacerlo si quieres, pero si no, no pasa nada. Todo eso podría ser algo privado y solo entre nosotros dos, si quisieras.
      - ¿Una promesa no sería lo mismo?
      - Si puedes prometerlo, también puedes hacer esto fácilmente."

Nadie que haya leído la novela puede pensar lo contrario a Tony, Eilis es una buena persona. Normalmente, entendemos que una buena persona es la que es considerada con los sentimientos de los demás y en la que se puede confiar.  Eilis ha demostrado que le importan los sentimientos de los demás: he contado en la entrada anterior como su jefa en la tienda sabe aprovechar su cuidadoso trato para ponerla al frente de la clientela negra. Por supuesto, es una estupenda empleada y sabe mantener  con todas las personas una delicada distancia. Antes de abordar el tema de la confianza, voy a tratar los silencios de Eilis, pues éstos van a marcar su destino. De entre ellos, he seleccionado los siguientes:

1.- La familia Lacey vive con estrecheces y hay escaso trabajo en Enniscorthy, por ello Eilis acepta el empleo para trabajar los domingos en la tienda de ultramarinos que le ofrece la señora Kelly. Si hay una mala persona en la novela ésta es la dueña de la tienda. Rose dejó de ir a comprar allí porque el trato tan desigual que se da a los clientes es ofensivo. Esta señora manda a sus empleadas dar pan del día anterior para los clientes "pobres", decide que productos están en existencia en función de quién los pide y no respeta un orden de llegada. De todo ello se da cuenta Eilis y lo registra mentalmente, pero no hace ni dice nada. Es más, Eilis se calla algunas actitudes de la dueña porque teme que su hermana se enfade y no le permita seguir trabajando. 

2,- Rose se ha puesto en contacto con el padre Flood, un sacerdote que en Brooklyn cuida de la comunidad de irlandeses. Un día viene a merendar. Están la madre, Eilis, Rose y el sacerdote y sólo hablan los dos últimos. Es llamativo que Eilis no haga preguntas, pues es su partida, ella mira y escucha, pero calla, al igual que la madre que ha delegado el asunto, como tantos otros, en su hija mayor. Eilis no quiere irse. El lector espera que en algún momento se pronuncie, diga que no desea abandonar el hogar. Es más, en los días siguientes, Rose prepara el viaje de su hermana, documentos y ropa, y Eilis, para no acentuar la pena silenciosa de su madre, para no contradecir a su hermana, se muestra despreocupada, casi alegre.

Del primer episodio sorprende que Eilis no se altera trabajando en ese lugar. Ella sabe que el dinero es bienvenido en casa y evita el relato del trato de la señora Kelly cuando está su hermana, y si cuenta algo lo hace en tono de humor, para que Rose y su madre se diviertan. Eilis advierte que su jefa es injusta y que mientras realice su tarea adecuadamente, seguirá empleada.  En la segunda escena, Eilis desespera al lector: ¿por qué no se expresa? ¿por qué no dice que ya está añorando su hogar? Su confianza en el criterio de Rose es absoluto, pero ella no es sincera.

3.- Eilis ha vuelto al hogar y junto a su madre arreglan asuntos dependientes de la muerte de Rose. Las dos han estado muy cerca físicamente, sin embargo la comunicación ha sido pobre. Su madre no le ha preguntado por su vida en Brooklyn y ella no ha encontrado el momento de anunciarle que se ha casado, ni siquiera le dice que tiene una relación sentimental. La madre, acongojada por la pérdida de su hija mayor, no parece interesada por cómo es la vida de su hija más allá del océano, al igual que su amiga ocupada en preparar su boda. Y pasan los días y calla.

En las cuatro escenas se reconoce un patrón de conducta que define la personalidad de Eilis: una percepción adecuada y una respuesta inadecuada. En la primera, Eilis se da cuenta de que Tony quiere una garantía de su regreso, en la segunda sabe que trabajar para la señora Kelly supone cierta complicidad en el comportamiento indigno; en el salón de su casa, percibe que Rose conversa con el sacerdote para que las tres mujeres queden tranquilas respecto a la atención que a Eilis se le dará en Brooklyn; y, en la cuarta situación, Eilis va callando y se da cuenta de las ventajas día tras día, de mantener su otra vida, la de ultramar, entre paréntesis.

En relación a sus temas de estudio, de derecho y contabilidad, Eilis saca muy buenos resultados. Su inteligencia piensa en estos asuntos hasta el final y con bastante precisión. Con respecto a los asuntos humanos que le conciernen, Eilis actúa como espectadora, como si no fuera del todo ella, o como si fuese solo una parte de ella la involucrada. Esa impresión es la que da en las situaciones descritas. Como consecuencia de esa actitud, nuestra protagonista no se pone en acción, no desencadena voluntariamente algún suceso que modifique en algo el estado de cosas. En cuanto a su trabajo en la tienda, Eilis se pliega a las exigencias de su jefa, actúa como "una niña buena", situándose en un nivel pre-moral. Tampoco Eilis es capaz de oír su propia voz, de hacerse presente con algún comentario en la reunión con el padre Flood, como si no se tratara de su partida.

Con respecto a la decisión de contraer matrimonio, sorprende que se ocupe de un asunto tan intrascendente como llevar o no el anillo. Quien haya leído la novela sabe que Eilis le tiene mucho afecto a Tony, pero que sólo después de reflexionar puede decir que le ama. Esa no es la actitud de una enamorada y ella lo sabe. Es un botón de muestra de una pauta de pensamiento y de conducta que la caracteriza. Eilis no lleva hasta el final el pensamiento de todo lo que significa contraer matrimonio. La charla sobre el anillo es una evasión y también y sobre todo la confirmación de que "esto a ella no le pasa". El anillo no se lo va a poner: así no lo ve nadie y ella tampoco, así es como si nada hubiera cambiado, si no estuviera casada. Pero esto no lo tiene presente en su conciencia.

¿ Es falta de valor? ¿Es carencia en su educación moral? ¿Podemos seguir afirmando que Eilis es una buena persona?


Continuará

viernes, 12 de julio de 2019

Comentario de Brooklyn, una novela inolvidable.

Una buena chica irlandesa en Brooklyn

Ya hace más de cinco años que leí por segunda vez Brooklyn de Colm Toibin. Para escribir este comentario no la he leído de nuevo porque prefiero dejar constancia de lo que de ella me ha quedado. A menudo me he acordado de la protagonista y de si era posible una vida medianamente feliz después de su experiencia tan especial. Hacía tiempo que quería escribir acerca de esta novela. Si antes no lo he hecho ha sido por temor a que mi comentario no estuviese a la altura del relato. Finalmente, me decido a escribir porque nunca estará a ese nivel.

La expresión de Colm Toibin es delicada y sencilla, a la vez cercana y distante. Es fácil la lectura por las palabras y las oraciones nunca enrevesadas y porque las situaciones y los diálogos son transmitidos con una magistral naturalidad. Y algo de desapego también hay en el estilo porque el autor ha hallado el punto de mira exacto para no involucrarse en los hechos. La neutralidad narrativa se constituye como el fondo descriptivo en el que el lector ve resaltado su propio juicio durante el proceso de lectura, cuestiona la conducta de los personajes y su propia valoración.

La novela narra la historia de Eilis, una joven irlandesa que emigra a Estados Unidos, su viaje, la adaptación, la vida en Brooklyn. Es un fragmento de biografía contada sin estridencias, y precisamente ese estilo otorga más relieve a determinados sucesos. Colm Toibin no escribe ninguna fecha; los acontecimientos históricos, las costumbres de la gente, ponen la precisión. Esa ausencia añade una dimensión atemporal a la narración o no sé si más bien un alcance universal, pues aunque las vivencias son muy especificas, la sustancia de ellas podría darse en cualquier lugar y época. Esto es, las relaciones entre las personas y las emociones que las acompañan recuerdan que somos seres atrapados en las situaciones que dependen, muchas veces y en gran parte,  de nuestro carácter.

Por ejemplo, cuando Eilis trabaja en la sección de ropa interior en los almacenes de Brooklyn, su jefa le encarga atender a una clientela nueva; Eilis es inteligente y dócil y está sola, nadie le va a criticar que trate con mujeres negras. Otras chicas de la tienda son norteamericanas, tienen prejuicios y sus familiares pueden quejarse de que sus hijas se pongan al servicio de ese público. La estrategia comercial es estupenda, ganar más dinero ampliando las ventas. El objetivo es el crecimiento de la riqueza, no importa el color de las medias que se venda, es indiferente el color de las piernas. Eilis va a ser la vendedora perfecta para esas clientas, no siente rechazo hacia ellas, es más, le producen un sentimiento de simpática curiosidad. No reflexiona Eilis acerca de la igual dignidad de las personas, está claro que para ella, sin que lo explicite el narrador, las mujeres negras merecen la misma atención que las blancas. El lector percibe que su comportamiento es el correcto, que el paso atrás de la otra vendedora es de mala educación u ofensivo.

Eilis es una chica atenta a los sentimientos de los otros; se deja aconsejar en muchos asuntos y no suele pronunciarse. Ha conocido a Tony que se ha enamorado profundamente de ella. Eilis se deja querer, y ella le quiere, pero sin la pasión del enamoramiento. Tony, hijo de emigrantes italianos, le hace compañía, le espanta la añoranza de su hogar. Gracias a él, la rutina se hace menos pesada. Eilis trabaja y estudia por las noches contabilidad, siempre quiso ser contable como su hermana mayor. Es una joven muy responsable, sale los sábados al baile de la parroquia y una vez fue al cine con Tony, precisamente al estreno de la película Cantando bajo la lluvia.

Un día, Eilis recibe un telegrama y tiene que volver a su pequeña ciudad de Irlanda. En Enniscorthy es recibida con una mezcla de calidez y de admiración, pues su estilo se ha impregnado de cierta modernidad cosmopolita. Reanuda rápidamente relaciones amistosas. El chico del que estaba platónicamnete enamorada antes de emigrar se interesa por ella y comienza una historia de amor. Eilis es feliz, vive como soñó vivir y disfruta del presente. Por lo demás, tiene la oportunidad de mostrar su competencia como contable, pues la empresa donde trabajaba su hermana le pide un favor que ella cumple de manera sobresaliente. Tony se convierte en una persona lejana, no piensa en él,  las cartas que recibe se acumulan al fondo de un cajón. Retrasa su partida y no le habla a su madre de Tony, esto es, no le dice que se ha casado.

Brooklyn es para Eilis el pasado del que se ha despegado. Parece vivir en Enniscorthy como si no se hubiera ido, se compromete con las personas como si el futuro le perteneciese. Es el lector el que siente el "como si". Eilis vive el presente con tal intensidad que no quiere pensar en su otra vida.Todos los que la acompañan en su ciudad natal, su madre, su novio, sus amigos y vecinos, la consideran ya como parte integrante de sus vidas. ¿Los está engañando? ¿Cómo es posible ese autoengaño y cómo de profundo es? Eilis arrincona en algún lugar de su conciencia el compromiso sentimental y el trabajo que la esperan en ultramar.

Continuará



jueves, 6 de diciembre de 2018

Sentimiento de culpa sin culpa.

Hay casualidades de todas clases, como la de estar leyendo la novela Heridas abiertas a ratos y El malestar de la cultura en otros momentos del  mismo día. Si no hubieran coincidido esas lecturas, es casi seguro que no habría indagado por los motivos de la conducta masoquista de Camille, protagonista de la novela de Gilliam Flynn. Pero he aquí que había empezado a leer Más allá del principio de placer de Freud, y me pareció sólo un primer plato, así que elegí seguir con él tomando El malestar de la cultura y para terminar me decidí por Psicología colectiva y análisis del yo.

La fusión de estas lecturas me ha dado la oportunidad de comprender a Camille y de tener una guía en la lectura psicoanalítica. Así, cuando leía a Freud, me acordaba de Camille, de su madre y de su hermanastra y cuando leía la novela sentía que mi muda comprensión contenía términos freudianos.

El propósito de esta entrada es proponer una interpretación psicoanalítica aproximada de la conducta de Camille. Además, y antes, expondré la concepción de la psicología del individuo que me ha quedado después de las lecturas de las obras citadas. Éstas son reflexiones de un hombre maduro, con una larga experiencia en terapia psicoanalítica. El pensamiento de Freud ha ido evolucionando y El malestar de la cultura me parece una obra autocrítica y sintética donde argumentaciones y especulaciones están formuladas con fuerza y claridad. Mi exposición, bastante libre, sigue, sobre todo, la formulación de esta obra.

En el ser humano residen dos instintos que, en el último término, son los responsables de su conducta: el principio de muerte y el principio de amor. Son dos principios innatos que se han modificado con la cultura y su evolución. La cultura tiene su origen en el segundo principio, que Freud denomina libido o Eros, y que forma el conjunto de todos los sentimientos afectivos hacia los otros. Originalmente, el Eros persigue la unión sexual; no obstante, la evolución de la cultura ha sido posible porque los seres humanos han truncado parte de su impulso sexual en sentimientos de ternura sin finalidad sexual. Los hombres se necesitan, son incompletos por su naturaleza; llama la atención que, si bien Freud habla de psicología social", rehuye definir al ser humano como "ser social". Lo considera un animal especial, más que gregario, de horda.

Este hecho es la consecuencia de una hipótesis que recuerda la de los contractualistas clásicos políticos. Freud supone que en un "estado de naturaleza" primigenio, el ser humano se vio dominado por un padre autoritario que prohibía a todos sus hijos las satisfacciones sexuales, dejando para sí cualquier tipo posible de relación sexual. Ahora bien, el ser humano necesitado de protección paternal obedece, reprime sus instintos sexuales que se van trocando en sentimientos se ternura. La prohibición genera también unos ideales de conducta que conforman la conciencia moral o super-yo. Esto es, una parte del yo, de nuestra conciencia de lo coherente o racional, se convierte en guardián inconsciente de lo que se debe y no debe hacer. La posibilidad de infringir tal prohibición, aunque sea sólo de pensamiento, genera un sentimiento de culpabilidad. La cultura ha puesto al servicio del hombre unos paliativos para que la carga de la represión se haga más ligera, la entrega a una causa comunitaria o la sublimación de la energía en una actividad artística o intelectual. No obstante, le parece a Freud que la cultura ha fracasado, los hombres piden un padre, un conductor de la horda; es como pedir más represión para paliar la "angustia social". Este diagnóstico se produce al final de la década de 1920 y, aunque Sigmund Freud no alude a la realidad social de Austria, es casi inevitable la comparación entre dos figuras protectoras, el padre autoritario original y el Führer.

Y es que el Eros es sólo una de las energías que dominan al individuo. El instinto de muerte es instinto de conservación del individuo, en principio está dispuesto a destruir lo que le niega el placer.  La vida en comunidad es así imposible. La cultura se basa en la represión y su garante es el super-yo. Pero el instinto de agresión, descendiente del principio de muerte, es innato, irreductible. La formación de comunidades humanas ha puesto al servicio del hombre dispositivos para encauzarlo, sin embargo ese instinto sigue manifestándose cuando la tensión entre el super-yo y el yo aumenta, y lo hace siempre que las tendencias libidinosas son repetidamente insatisfechas.

En Heridas abiertas, Camille es la que cuenta la historia, la suya, porque al final puede que haya una salida, cuando la protección amorosa de la que careció durante su infancia se produce en la edad adulta. Camille trabaja de reportera y es enviada a su pueblo a cubrir la noticia de dos niñas asesinadas. Motivada por su trabajo, investiga tanto como la policía. Es perturbador para ella vivir en casa de su madre, mujer fría y entristecida por la muerte temprana de la hermanastra pequeña de Camille. Uno de los secretos de Camille está en su cuerpo; a pesar de las altas temperaturas, lleva camisa de manga larga y pantalones largos. Después de la muerte de su hermana a la que quería, Camille se vio aún más sola. Su madre nunca le habló de su padre, apenas le mostraba muestras de cariño y se negó a compartir el dolor de la pérdida con Camille. ¿Por qué tuvo que morir su hermana y no ella? Camille empezó a tener el impulso irrefrenable de marcarse palabras en su piel: con un objeto punzante, hasta arrancarse la piel, se cubría de palabras que fueron dejando cicatrices. ¿Por qué la elección de ese tipo de lesiones? Es un especialista el que podría ayudar en esa cuestión. La pregunta aquí es ¿por qué hacerse daño?
"La tensión creada entre el super-yo y el yo subordinado al mismo lo calificamos de sentimiento de culpabilidad, se manifiesta bajo la forma de necesidad de castigo."
Esta cita de El malestar de la cultura conecta con lo escrito más arriba, el impulso de auto-agresión con la necesidad de castigo. Camille no sabía cómo merecer el cariño de su madre, no sabía que hacía su madre encerrada en su dormitorio al que no se le permitía entrar. Cuando la muerte de su hermanastra ocurre, Camille es una adolescente; cuenta que era una líder en el instituto y que sus acciones para con otros llegaban a la crueldad. Esa maldad la fue combinando con otra, dirigida hacia si misma. Agresión y auto-agresión, la primera es una manera de ser vista como fuerte, de sentirse omnipotente y reconocida por unos que la temen, por otros que la admiran. Pero esa agresión no tenía que resultar a Camille totalmente satisfactoria. De cara a sus compañeros, ella era tan poderosa como débil era su capacidad de conseguir protección amorosa de su madre. Es posible conjeturar que esa falta le doliese aún más que las heridas hechas en su cuerpo, que mientras se las hacía obtenía el placer del olvido del otro dolor que no podía afrontar.

Y escribo se "sentía impotente" porque no es un sentimiento que podía tematizar, convertir en pensamientos. Si lo hubiera hecho, quizás habría podido pedir ayuda o actuar de otra manera. Para mantenerse lúcida, como si necesitase recordar experiencias, Camille se grababa hasta sangrar palabras muy variadas y eso durante una década. Después lejos de su casa,  dejó de hacerlo pero no por ello dejaba de sentir a veces la necesidad; no obstante, ante una situación especial, la palabra que convenía a la descripción de la misma era destacada como palpitante en la parte de su cuerpo, el concepto latía desde su piel.

El asunto es complicado. Freud me ha aportado la satisfacción de no dejar la lectura de la novela en mera anécdota con respecto al comportamiento de Camille. Los relatos de Gilliam Flynn se prestan a interpretaciones psicológicas. Desde luego, sus novelas no nos dejan indiferentes, remueven inquietudes. A pesar de ello, la escritura de la autora no permite que se la pueda calificar de misántropa: una simpatía hacia los seres humanos oculta tras las descripciones más perversas hace de sus historias un testimonio peculiar de la condición humana.


jueves, 12 de julio de 2018

El alma del conde Valerio..

El último de los Valerio es un relato corto de Henry James escrito en 1874 y revisado por el autor para otras dos publicaciones. En español se encuentra en varias ediciones, la última es la que está en en volumen I de Los cuentos completos, en la que el protagonista se llama Camillo y no Marco como en la última versión.

Me gustan todos los cuentos de Henry James; unos más que otros. El último de los Valerio recoge varios motivos típicos de la narrativa jamesiana. Los contrastes y las largas caracterizaciones psicológicas están aquí representados de modo magistral. No obstante, no ha sido esa la razón por la que me he decidido a escribir acerca de él, la razón está en aclarar lo que en este relato James entiende por "alma". Estaba leyendo interesada y concentrada y de pronto, esta afirmación rompió el ritmo monocorde de mi lectura:
"Cuando lo observaba pasear mirándose las uñas, muchas veces me preguntaba si poseería algo que con propiedad pudiera denominarse alma y si la buena salud y el buen carácter constituirían la suma total de sus cualidades."
Y me pregunté: ¿cómo puede decir que carece de alma el conde Valerio? Además, insiste en la afirmación al decir que si entendemos adecuadamente lo que significa "alma", Camillo no la tiene. 

Precisamente, cuanto más lo pienso, creo que la trama o el argumento, pues para Henry James son la misma cosa, es la adquisición de "alma" por parte del joven noble italiano. El que cuenta la historia no es omnisciente, es un pintor cuya ahijada se ha comprometido con el conde Valerio. El pintor y su sobrina son norteamericanos, él es italiano. La joven es rubia y físicamente delicada, el novio es moreno y tiene la complexión de un dios griego. Martha se ha educado en la fe protestante y Camillo en la católica. Pero, los contrates interesantes están situados dentro de los personajes, no entre ellos. Así, ella tiene dinero pero su tío sospecha que quiere limpiarlo de su origen comercial invirtiendo en la villa romana para restaurar su noble pátina. La fragilidad física de Martha se ve compensada por un temperamento vivaz, por una fuerza moral e iniciativa perseverante. La fortaleza física del conde va emparejada con lasitud intelectual.

Es una pareja con muchas diferencias y por eso el pintor está ligeramente inquieto ante el enlace inminente, pero termina convenciéndose de que forman una pareja bien avenida. Poco tiempo dura su paz con respecto al bienestar de su sobrina. Martha está empeñada en hacer excavaciones en el jardín de la villa para rescatar estatuas, pues su "instinto" le dice que tiene que haber tesoros muy antiguos enterrados y consigue persuadir a su recién esposo para realizar las tareas. El conde estaba por ello un poco nervioso, ánimo poco frecuente en él, pero finalmente accede al deseo de su esposa. Los operarios desentierran una estatua magnífica, es Juno. Desde que vio la diosa, Camillo cambió: su cortesía se volvió más fría, su temperamento taciturno, rehuía la compañía de su esposa.

Para dar perspectiva al asunto que nos ocupa, conviene conocer otro contraste. Henry James se refiere en varias ocasiones a las diferencias entre la mentalidad moderna y la tradicional (en este relato  es equivalente a meridional) y las enfoca sobre todo a propósito de la religión. Camillo reconoce que nunca consiguió aprender el catecismo, y parece cumplir con los ritos católicos de forma mecánica, mientras que Martha se siente atraída por ellos por la belleza de sus formas y de los objetos que los acompañan. Uno de los rasgos que identifica a la perspectiva moderna es un cierto desapego con respecto a las creencias religiosas, la fe es un sentimiento que no está activo de forma permanente sino que acompaña en determinados momentos y para dar relevancia a ocasiones especiales. La moral religiosa y la moral “cívica” no dialogan, conviven una al lado de la otra y no se entorpecen, pero están presentes. En este sentido, el conde Valerio no es ni moderno, ni tradicional; esto da una pista de lo que puede significar que no “tiene alma”. Porque Camillo, con sus excelentes modales, su vida transcurrida entre algodones, carece de vida espiritual. Las largas descripciones de la conducta de Camillo antes de la excavación pintan a una persona plana, "honesto hasta la médula", pero "sin ideas" como dice en una ocasión.

Las tres esferas entre las que se mueve la comprensión poco reflexiva del alma son la heredada de la Antigüedad, la que viene de la fe cristiana y la filosófica de corte racional. Es habitual hacer sinónimo el concepto "alma" de ánima y conectarlo directamente como la traducción de "psique", lo que anima o da el soplo de vida a un cuerpo. En su Historia de la Filosofía, Martínez Marzoa señala, en un excurso que se sitúa entre su explicación de los presocráticos, que la concepción pre-filosófica proviene de la Iliada; en este sentido, "psiqué" no es lo que da vida a un cuerpo; la "psiqué" es anterior a la separación entre lo físico y lo psíquico. Lo psíquico, para los griegos anteriores a Platón, caracteriza la singularidad, no es material pero no está desprovisto de la figura y forma que envuelve el cuerpo. La "psiqué" está en este mundo, en el individuo, y en el inframundo, en el Hades.

En relación a la segunda y tercera esferas, la introducción al concepto de la Enciclopedia británica, sirve de resumen a lo que quiero expresar:
"Soul, in religion and philosophy, the immaterial aspect or essence of a human being, that which confers individuality and humanity, often considered to be synonymous with the mind or the self. In theology, the soul is further defined as that part of the individual which partakes of divinity and often is considered to survive the death of the body."
Para la teología y también para el filósofo racionalista Descartes, el alma es inmaterial y sobrevive a la materia. Mientras que el cristianismo insiste en el carácter creado del ser humano, Descartes escribe claramente que el alma se identifica con el yo. Quizás es obvio señalar que Henry James no comparte aquí la comprensión que tenía su hermano de alma. Para el psicólogo y filósofo, Williams James, el alma "como tal no existía en absoluto, sino que era meramente una colección de fenómenos psíquicos". (Traducido de la Enciclopedia británica)

La pretensión de hilar con sesuda lógica el sentido que "alma" tiene en un relato de ficción suele ser una tarea desviada, errónea e imposible. El alma de este cuento participa de alguna de las tres esferas, sin ser de ninguna de ellas, aunque parece que se conforma más al primer círculo interpretativo. He llegado a la conclusión de que el pintor de nuestro cuento narra un tipo de viaje iniciático para el joven conde Valerio.

Camillo vivía sin espiritualidad: "buen carácter" y "buena salud" componen un cuadro insuficiente para una vida plena. Cuando adora a la diosa, se despega de su mujer,  sufre por ello también, pero Juno le produce tal fascinación que no puede desprenderse de su influjo. Ese estado de pasión y a la vez de sufrimiento termina cuando la diosa vuelve bajo tierra, al Hades, que es su lugar. Camillo ha padecido la metamorfosis: ha vivido una dimensión espiritual, religiosa-pagana. Él no sabía lo que era una verdadera creencia, ahora lo sabe, con ella ha adquirido "alma", una interioridad singular que da profundidad a la vida. Como en una pintura hay un fondo, un punto de fuga, así también en las personas hay un alma que otorga a cada uno su luz particular.


sábado, 6 de enero de 2018

Una reseña muy personal de Me llamo Lucy Barton

A propósito de la novela de Elizabeth Strout Me llamo Lucy Barton hay mucho de que hablar. Si me preguntarán cuál es el tema de la novela, diría que trata de los recuerdos de una niñez marcada por la pobreza y los malos tratos. Pero decir el tema de un relato es decir casi nada de él si es un buen relato y éste lo es. 

En la novela se dice que "la sustancia es el estilo" y ella es un ejemplo de esta sentencia. Lo que nos deja Elizabeth Strout son muchos motivos en los que pensar; estos son como piedrecitas que se van acumulando conforme se lee y que no se pueden perder para finalmente ensortijarlas y construir el sentido del texto.

De entre esos motivos que sorprenden y dan que pensar he elegido sólo dos para no hacer esta reseña muy larga. El primero hace referencia directa al dicho "la sustancia es el estilo", y el segundo se relaciona, a mi entender, con un misterio de la mente humana.

Desde el principio me llamó la atención el tono de la narración, es amable con una apariencia ingenua. Esa forma de escribir es tanto más relevante porque relata, en primera persona, episodios de discriminación, de hambre o de desapego. En toda la novela, he leído dos veces la palabra "odio" y no corresponde a un sentimiento de Lucy. Como botón de muestra de ese estilo, elijo estas líneas: 
"Pero los libros me aportan cosas. Eso es lo importante. Hacían que me sintiera menos sola. Eso es lo importante para mi. Y pensaba: ¡Escribiré y la gente no se sentirá tan sola! (Pero era mi secreto. Ni siquiera se lo conté a mi marido inmediatamente, cuando lo conocí. Yo no podía tomarme en serio, pero lo hacía. ¡Me tomaba -en secreto, muy en secreto- muy en serio! Sabía que era escritora..."
A pesar de que las oraciones son cortas, el tono no resulta cortante. Son así de breves para destacar cada pensamiento y dar relevancia a palabras que son, en principio, vagas, tales como "importante", "cosas", "secreto". Esos términos tienen una resonancia infantil y parecen estar escritos con espontaneidad y una falta evidente de doblez. Así, admite que se lo contaba todo a su marido, menos que quería ser escritora. La creencia de que si se dice algo se pierde el hechizo, se pueden echar a perder las imbricaciones emotivas que nutren el proyecto, resulta conmovedor por la candidez que desprende. 

El tono de la escritura se mantiene a lo largo de toda la novela, si bien en la segunda mitad me parece menos sostenido. De cualquier forma, ese tono expresivo dice que a Lucy no le mueve el rencor por sus sufrimientos, más bien constituyen el motor de su vida superarlos. También es conmovedor cuánto agradece los gestos de simpatía, por leves que sean. Según veo, esta manera de sentir rompe con la concepción dominante en circunstancias semejantes que describe el resentimiento o el rencor como justificado. Lucy Barton aporta una respuesta valiente sin ostentación, se da a si misma un objetivo, un proyecto tan querido y protegido como un "secreto".

La segunda piedrecita preciosa que he seleccionado de la novela es un pasaje que ilustra un fenómeno mental sorprendente. Es una conversación de Lucy con su primer novio, un profesor y pintor pijo que conoció cuando se mudó a Nueva York:
"Un día me preguntó qué comíamos cuando era pequeña. No le dije: Sobre todo pan con melaza. Le dije: Comíamos muchas alubias con tomate. Y él replicó: Y después, ¿qué hacíais? ¿Tiraros pedos? En aquel momento comprendí que no me casaría con él. Es curioso que una sola cosa baste para que te des cuenta de algo así. puedes estar dispuesta a renunciar a los hijos que siempre has deseado, puedes estar dispuesta a soportar comentarios sobre tu pasado, o sobre tu ropa, pero de repente..., un comentario mínimo, y el alma se desinfla y dice: ah."
Lucy describe el origen de una decisión trascendental, pues ella estaba muy enamorada de él, lo admiraba por su seriedad y buen gusto. Y nos cuenta que, a raíz de un comentario inocente, ve la luz, sabe que no será su marido. Lucy se sorprende de haber visto con claridad repentina que no podría casarse con él, pero no nos explica el proceso mental. A veces ocurre que comprendemos de inmediato, es como si la mente reordenara a raíz de un pequeño estímulo un sistema completo de creencias, y eso a partir de un comentario aparentemente inofensivo. Creo que es una experiencia que muchas personas hemos tenido, una nueva visión de un conjunto debido no a un argumento importante, sino a una razón o motivo muy secundario. 

He seleccionado este segundo motivo porque dice algo muy especial de las personas, relacionado con el gusto por las narraciones. Si fuesemos máquinas, o seres que computan perfectamente todos los argumentos por su índice de relevancia para un objetivo, no disfrutaríamos de los cuentos. Pero somos racionales y por eso, creo yo, la mente sabe aupar una emoción para dar una nueva perspectiva. No sabemos cuándo va a suceder y si es para bien, pero ocurre que un fragmento de argumento, o una misma razón aparente pero con un concepto nuevo o sinónimo pero diferente produce un nuevo orden. Y es que parecen posibles infinitos conjuntos coherentes. La experiencia que cuenta Lucy Barton es el fin de una posibilidad importante debido a "un comentario mínimo". Y el lector la comprende, aunque no pueda explicar la razón.

Me llamo Lucy Barton me ha hecho compañía, como todas las buenas novelas. Elizabeth Strout ha cumplido el sueño de Lucy.

lunes, 1 de mayo de 2017

Una mentira buena

Comentario de un relato de Stefan Sweig

El libro Sueños olvidados y otros relatos es excepcional, no hay relato mediano, cada uno es tan buen como el anterior. El cuento sobre el que escribo fue publicado en 1925, se llama "La colección invisible" y el subtitulo "Un episodio de la inflación alemana" ahorra al escritor una descripción más detallada de las penurias económicas de ese periodo. Este relato me ha llamado la atención porque es un magnífico ejemplo de la bondad de la mentira. Normalmente, se piensa (creo que soy como la mayoría de las personas) que la verdad merece la pena porque siempre hay alguien para quien la verdad es mejor y, por tanto, desde un punto de vista moral, no mentir es lo que se debe hacer. Sin embargo, en "La colección invisible" no encuentro razón alguna para creer que la verdad es preferible para alguno de los personajes implicados.

Este relato lo cuenta en primera persona un marchante de arte que va a visitar a un antiguo comprador de valiosos grabados. Es recibido por un hombre muy anciano que se ha quedado ciego y del que ve una luz extraordinaria en su rostro cuando le dice que es considerado uno de los mejores coleccionistas de Alemania. El anciano está deseando mostrarle sus tesoros, pero su mujer retrasa el momento. Ella y su hija le cuentan que han ido vendiendo poco a poco las láminas para poder subsistir. El coleccionista no lo sabe, su felicidad radica en poseer esos grabados. El marchante consiente en hacer como si existiera cada uno de los grabados que el anciano va comentando conforme pasa las hojas vacías de sus carpetas. 

Para las dos mujeres, la elección no está entre la verdad y el engaño, se halla entre la tristeza y la felicidad; ellas no contemplan la posibilidad de contar sus penurias al anciano. Gracias a las estampas la familia ha sobrevivido y gracias a la mentira piadosa, el anciano puede terminar sus días feliz y creyendo que dejará una herencia a su mujer e hijas. ¿Y el marchante? Él iba a comprar y siente que, aunque no le gusta mentir, la felicidad que ha proporcionado al coleccionista ha merecido la pena. El marchante hubiera podido mostrar su comprensión a la familia, pero a la vez negarse a engañar al anciano y despedirse sin más. Es posible que Kant hubiera recomendado esa postura, mentir está mal; el viejo no ve, pero la ceguera no es excusa para dejar de considerarle un ser digno de recibir la verdad.

Mujer e hija no ven al viejo como un ser no racional, todo lo contrario. Consideran la vida de él en su conjunto y en su estado actual y tienen razones convincentes para esconder la verdad. Él ha servido como funcionario de modo ejemplar, pero su pasión siempre ha estado en el arte. El razonamiento de las mujeres sería el siguiente: ya que está privado de la vista, no hay razón de peso para redoblar su dolor privándolo de la posesión de su arte. Es posible que Kant, autoridad insoslayable cuando se trata de moral, crea que en el mejor de los mundos no existe la mentira y que la humanidad se perfecciona dejando de engañar. No obstante, es difícil que deje de ser algo más que un pensamiento desiderativo; en el mundo real las personas mentimos por el bien de otros y no por el propio bien, como hace el marchante.

Una solución para el kantiano consistiría muy probablemente en una actuación que no redoblará la mentira, es decir, que el marchante no se involucrará en una situación de engaño continuado. Si el marchante avisado de que tiene que fingir no volviera a la casa del ciego, aquel quedaría limpio desde un punto de vista moral: no perjudicaría a las mujeres y sólo decepcionaría al viejo al que se le privaría del disfrute de mostrar sus láminas. Tal como nos lo cuenta el narrador, esa posibilidad no estaba en su cabeza. El relato de las penurias de la familia en un contexto social bien conocido por él constituye el marco insuperable en el que la cuestión no es si ser moral o no, más bien cómo actuar de la mejor manera posible. Es más, no creo que las personas nos preguntamos cómo podemos actuar para ser morales, sino qué es lo correcto.

En este relato se muestra que no mentir significa desconfianza e incomprensión. El lector cree que, bien pensado, si el anciano pudiese elegir, es bastante posible que hubiera preferido que le ocultasen la verdad. Actuando como lo ha hecho, el marchante ha adoptado una doble perspectiva: la de las mujeres y la del ciego. Respecto de ellas, el marchante ha mostrado empatía y hacia el coleccionista compasión. Esas emociones no son discutibles para él, se le imponen de un modo tan vivo que el reparo que tiene al haber contribuido a perseverar en un engaño queda arrinconado en la conciencia como un daño menor. Al revés, si el  marchante le hubiera dicho la verdad al ciego, ¿qué lector no lo hubiera percibido como una mala persona?


jueves, 14 de julio de 2016

Admirada Wang Putao


La novena viuda es la primera novela china que tengo el gusto de leer. Su autora es Geling Yan y los acontecimientos históricos que marcan las vidas de los personajes se corresponden en parte con los vividos por la autora. La invasión japonesa de China, la revolución comunista, la guerra contra Corea y la liberalización económica son los momentos narrados que el lector va conociendo desde  Shitun, una aldea campesina.



La novena viuda presenta un elenco de caracteres humanos interesantes, y a la protagonista, Wang Putao, le pertenece la personalidad más atractiva. El lector conoce a Putao a partir de sus siete años, única superviviente de su familia tras la inundación del Río Amarillo, cuando es comprada por dos sacos de harina por el terrateniente del lugar, Sun Huaiqing. Desde muy joven muestra habilidad para aprender las tareas de la hacienda, es obediente pero su actitud no es servil, es testaruda porque tiene criterio propio. Las circunstancias en las que se queda viuda en la adolescencia del menor de los hijos de Sun Huaiqing muestran tempranamente un rasgo sobresaliente de Putao, el coraje de hacer lo que considera justo. Su suegro, al que considera su padre, confía en ella porque lleva con eficiencia los asuntos relacionados con la hacienda. Hay un pasaje muy simpático que revela el genio y carácter de Putao: estando ella atiendendo en la tienda, llega un militar que le pide unos cigarrillos sueltos, Putao le dice que sólo vende cajetillas. Ante la insistencia del soldado, le rompe un trozo de billete y le da los cigarrillos sueltos.

Las cuestiones que más vivamente me ha planteado este relato son acerca de nuestra naturaleza moral, de si es posible aprender a ser moral o a deliberar con propiedad en cada caso. Son preguntas que obviamente no voy a responder, sólo voy a contar por qué la novela me sugiere esas cuestiones: ¿es posible adquirir el valor de enfrentarse en soledad a situaciones injustas cuando todos los demás se someten? En circunstancias normales respondemos con buen criterio pero puede que no tengamos el coraje para hacer lo justo en momentos difíciles; somos capaces de argumentar razonablemente bien cuando nuestra integridad no corre peligro, y argumentamos de manera distinta cuando hay miedo. Pero además podemos auto-engañarnos y no reconocer el miedo y convencernos de que lo que hacemos es lo más prudente.

Putao no tiene formación intelectual, ella es una trabajadora manual, pero posee un criterio moral elevado. Aunque no voy a plantearlo desde ese punto de vista, se podría decir que en términos de Lawrence Kohlberg su estadio moral es el más alto, el último del postconvencional. Como el soldado que se niega a disparar a prisioneros de guerra en la ilustración de Kohlberg sacada de un hecho real, Putao defiende el derecho a la vida, está dispuesta a sacrificar su bienestar para salvar una vida humana. Ni el soldado ni Putao entienden de convenciones, actúan por lo que ellos consideran lo justo, sin vacilación, de una forma natural. 

Cuando la revolución comunista llega a Shitun, Putao es considerada por la brigada del Ejército Popular de Liberación una víctima del sistema opresor de clases. Es presentada por las mujeres de esa brigada como una joven a la que hay que instruir en la conciencia de clase. Putao aprende rápido a leer y a escribir, pero lo que no comprende es eso de "la conciencia de clase", a pesar de la insistencia en mostrarle que ha sido explotada. Es más, tampoco comprende la expresión "Popular de Liberación", Liberación de qué o para qué, se plantea fugazmente. Putao no es dada a la reflexión, lo suyo es la acción: trabajar en el campo, con los animales, en todas las labores de la casa: eso es lo que para ella tiene sentido. Hasta ahora, su experiencia es que siempre hay unas "piernas" que luchan con otras "piernas" y le parece que siempre va a ser así.

Putao se ha encariñado con Sun Shaoyong, el hijo segundo de Sun Huaiqing, él ya es cirujano del ejército y ella le exige que busque una solución para salvar a su padre que ha sido juzgado y arrestado por ser terrateniente. Él le pide a Putao que le diga dónde su padre tiene escondidas las monedas de plata, pero ella se niega a revelarlo, pues prometió no contarlo a nadie. Cuando Sun Shaoyong le dice que si entrega el dinero entonces su padre tiene posibilidad de salvar su vida, e incluso de ser liberado Putao cede, pensando que romperá la promesa por la mejor causa. Lo que ignora ella es que su enamorado ha utilizado las monedas para señalarse como hijo revolucionario de un terrateniente opresor. Cuando la ejecución de su padre está al caer, Putao le pide ayuda. El fragmento siguiente contiene la respuesta de Sun Shaoyong:
"Verás. Nuestro país se ha liberado y ahora es la nación del pueblo trabajador, de aquellos trabajadores que han sufrido y han sido pobres siempre. De cada cien personas, noventa y tres viven en duras condiciones. ¿Te parece justo? No, ¿verdad? - Putao negó con la cabeza-. Nuestro padre ha trabajado duro, ¡más horas al día de las que tiene un día!... Pronto serás la mujer de un médico del ejército de voluntarios. En este ejército todos vienen del campo, son hijos y hermanos de gente pobre que vienen a luchar para acabar con esta injusticia. Esto es la revolución. Yo soy un soldado revolucionario y tú serás la mujer de un médico revolucionario, por eso debes apoyar siempre la revolución, ¿lo entiendes ahora? -Putao abrió la boca lentamente mientras asentía con la cabeza. O sea, que si Sun Shaoyong decía que ella era una revolucionaria, entonces ella era una revolucionaria-, Muy bien Putao -le dijo Sun Shaoyong besándole en la mejilla-. Lo has entendido muy rápido, al fin y al cabo aprendiste a leer y a escribir. Nadie puede salvar a Sun Huaiqing, no puede seguir con vida. -¿Qué estás diciendo? - Es un contrarrevolucionario. -Porque tú digas que es un contrarrevolucionario, ¿ya lo es? -Lo dice el pueblo. - ¿Y qué si fuera un contrarrevolucionario? ¿Acaso ha tirado a algún niño dentro de un pozo? ¿Ha dormido con la mujer de otro? ¿Ha envenenado la comida de alguien? - Ser contrarrevolucionario es un crimen aún mayor.                                              Putao se quedó pensando. Deseaba con todas sus fuerzas apoyar a Sun Shaoyong, entender todas las razones que le daba, pero algo dentro de ella se lo impedía. ¿Había hecho algo tan malo Sun Huaiqing como para que lo mataran? Qué fácil resultaría todo si pudiera verlo con tanta claridad como Sun Shoayong." 


Sun Shaoyong ha estado pensando cómo persuadir a Putao de que no va a hacer nada para evitar la ejecución de su padre. No le puede decir que tiene que seguir demostrando que es un revolucionario y que si su lealtad ya no está en juego, anhela reforzar su prestigio entre los guardianes del ideario comunista. La argumentación de Sun Shaoyong es la siguiente: ellos han vivido en un país de trabajadores que han sufrido por su pobreza, los que luchan contra ella son hermanos y revolucionarios, él es un revolucionario y Putao como su futura esposa también es una revolucionaria. Luego, Sun Huaiqing que ha pertenecido al 7% de personas ricas es un contrarrevolucionario y está justificada su condena a muerte.




Al lector le parecerán chocante al menos tres características del discurso de Sun Shaoyong; en primer lugar, la ausencia de lamentación por lo que le pasa a su padre y más grave todavía el que justifica su condena. Y es extraña la actitud de Putao: el lector no la reconoce en este fragmento. Ella es directa y decidida, pero aquí se presenta dubitativa; no es que dude de su propio deseo, Putao quiere salvar a Sun Huaiqing, pero también quiere comprender a su novio. Además, hay un tercer rasgo que no concuerda con el ideario político de la revolución: la liberación de la mujer en todos los aspectos. Sun Shaoyong no se dirige a Putao como a una mujer adulta e inteligente, sino como a una niña que acaba de instruirse y que debe someterse a lo dicho por su futuro marido.

Respecto del primer aspecto, no es "natural" la actitud de Sun Shaoyong. ¿Cómo es posible que en nombre de unas prescripciones políticas los lazos familiares de afecto queden anulados y sustituidos por una hermandad artificial? En comparación, el comportamiento del antiguo contable de Sun Huaiqing que le tenía aprecio a su patrón nos parece humana, teme por su familia y decide que "actuar contra Sun Huaiqing era una falta menor comparada con ir en contra de la masa". Es una actitud de sometimiento que implica cobardía, el lector tuerce el gesto pero le comprende, pues quiere proteger a los que quiere. Sun Shoayon no se molesta en fingir pesar, si lo hiciese no se convertiría en bueno, pero nos estaría diciendo que sabe que su actuación es mala. Y es tanto más chocante cuanto que es una persona competente en su trabajo médico, que esencialmente consiste en cuidar a los demás. Además, Geling Yan no relata ningún otro comportamiento desleal o malo de Sun Shaoyong, lo que provoca en el lector el sentimiento de que es una persona egoísta, y a la vez anodina desde el punto de vista moral. Puede ser un médico estupendo en el diagnóstico de enfermedades del cuerpo, pero es un necio en cuestiones del alma.

Creo que el fragmento reproducido es el único en la novela en el que Putao se muestra como una mujer aparentemente dócil. Tiene gracia que llegue a ser considerada como campesina ejemplar -porque consigue sacar adelante una buena cantidad de lechones gracias a sus dotes para alimentarlos y cuidarlos- mientras que tiene escondido a su padre. La ironía está en que Putao sí es una heroína, pero no en el sentido de Cai Hupo, la encargada de la instrucción política. Es una heroína porque sobrevive mejor que los demás, porque mantiene protegido y con vida a su anciano padre, porque se atreve a decir lo que piensa, y también por la ausencia de servilismo cuando se presenta algún comisario político. Ella hace sus cosas, lo que tiene que hacer, y no pensando en la comunidad; pero eso no significa que ayuda menos que los demás a sus vecinos, quiere decir más bien que las consignas políticas no calan en su horizonte vital.

He subrayado en cursiva "algo" en el fragmento: dentro de ella, cuenta Geling Yan, algo le impedía comprender los argumentos de Sun Shaoyong. ¿Qué referencia darle a ese algo? Se me ocurre que un sentido innato de la justicia, que se manifiesta en su capacidad para pensar por sí misma y desde su propia experiencia. No consigue Cai Hupo convencer a Putao de que era una esclava de Sun Huaiqing. Y es que Putao no vive mejor ahora que antes ni ve que los otros pasan menos penurias. Los instrumentos para sobrevivir, para superar la larga hambruna, se los debe en gran parte a su padre. Ella considera que él no hizo daño a nadie, que trabajaba y se ocupaba intensamente de su negocio. "Ser contrarrevolucionario" es una opción política, diríamos nosotros, no es ningún crimen piensa Putao. La claridad mental de Putao no depende de ninguna instrucción, su sano juicio es ese "algo" que no se deja corromper por las palabras del que hombre al que ama.

La feminidad de Putao es clara pero sin coquetería. La revolución cultural que incluye también una revolución sexual no da cuenta de la naturalidad de la conducta amorosa de Putao, ella no tiene que demostrar que ha superado unos prejuicios, esos le son extraños. Ella es emocional y sensualmente despierta; su primera boda fue demasiado temprana, pero cuando descubre la sexualidad se deja llevar sin tapujos por su apetito. Su relación con su propio cuerpo y con el del amado sigue el mismo patrón de franqueza que su criterio moral. Sin embargo, lo que llama la atención es el "estilo antirrevolucionario" de Sun Shaoyong respecto de las relaciones entre los dos sexos: según él, Putao tiene que ser revolucionaria porque él, su futuro marido, es revolucionario.

En La novena viuda, la fuerza narrativa de Geling Yan convierte a la protagonista en un modelo ejemplar y singular de valentía. Wang Putao es una mujer sin instrucción y con modales rudos que por una sensibilidad innata pueden llegar a ser extremadamente delicados. Todo lo bueno que hay en ella, su entereza moral y su belleza, le vienen de la naturaleza, gracias a ellas lleva una vida buena; gracias a lo aprendido, consigue sobrevivir.







lunes, 12 de octubre de 2015

Daisy Miller, el retrato de una joven singular


Henry James redactó la novela breve Daisy Miller en el invierno de 1877-1878 en Londres. Se trata de un relato construido de un modo clásico: empieza con la presentación de los dos personajes principales, Daisy Miller y Winterbourne en la orilla del lago suizo en Vevey, y continúa en Roma donde se desarrolla la psicología de los personajes para terminar en el lugar donde empezó. De la mano del maestro James esta estructura resulta muy elegante, además da la impresión de que es la que le conviene a la historia que se cuenta: en la vida de Winterbourne lo sucedido a Daisy Miller puede ser aislado, contado como una fábula, un suceso trágico inolvidable.


André Derval escribe en el prefacio que el personaje Daisy Miller constituye un prototipo psicológico de la joven americana del que surgieron muchas variaciones. A diferencia de Derval, pienso que el carácter de la señorita Miller pudo ser considerado un ejemplar, pero que ya no lo es. Hay tipos literarios, y lo son porque no caducan; sin embargo, creo que el modelo que ella representa no funciona en el mundo actual, en la parte donde los seres humanos se comportan con libertad.

Al igual que en la mayoría de las novelas de este autor, los americanos son los protagonistas, y  en ésta forman un grupo social bastante numeroso y cerrado en el extranjero. Se alojan en el mismo hotel en Suiza o se buscan y reúnen en la capital romana. Su equipaje incluye las normas de su país: cómo debe comportase una joven, el trato que se le debe a un criado, dónde y a qué hora pasear, las relaciones que se tienen con los lugareños. Son pautas no escritas que toda persona de buena crianza debería conocer. Daisy Miller y su madre son consideradas vulgares porque no se comportan con las restricciones debidas. Cuando Winterbourne conoce a Daisy, le sorprende su belleza y su actitud desenvuelta, desprovista de los modales habituales que una joven de buena sociedad muestra ante un desconocido. Al joven le choca y atrae al mismo tiempo la ingenuidad de su actitud, su manera de hablar de sí misma, de expresar sus deseos a un desconocido.

Es precisamente esa diferencia la que no es considerada selecta ("select" en inglés) sino vulgar porque no respeta la identidad de grupo distintiva de los americanos educados que hacen el "tour" europeo. Y no se trata de que no tengan estas mujeres gusto en el vestir, que es exquisito tal como reconoce extrañada la muy distinguida tía de Winterbourne; tampoco de que les falte ingresos, pues el padre de familia es un empresario exitoso. Pero no saben comportarse: el hermano pequeño de Daisy, tiene nueve años, no recibe instrucción, se acuesta demasiado tarde, habla cuando no se le pregunta, pero tampoco la madre y la hermana tienen el baño de una educación artística o intelectual propia de su clase económica. Sorprende al lector hasta qué punto es así cuando Henry James le hace declarar a la señora Miller que Zurich es más bella que Roma. La actitud de Daisy es, no obstante, encantadora y desconcertante a los ojos de Winterbourne: no ignora ni oculta su ignorancia, es toda candidez, no comprende como sus deseos, que no causan daños a otros, pueden ser una razón para que se le dé la espalda aunque tampoco parecen importarle el rechazo y las críticas.

¿Es desafiante la conducta de Daisy? No lo parece, y no lo es: Daisy actúa según su capricho, su madre se lo consiente y ella siente más bien que son los demás quienes la desafían. No precisa Daisy seguir las reglas del grupo de americanos para ser o sentirse americana. Ella disfruta de Roma sin preocuparse de los demás, son los demás quienes se ocupan de ella y no quieren comprenderla. Winterbourne sí que parece entenderla, la defiende lacónicamente en cuanto oye un comentario mordaz sobre ella. No obstante, Winterbourne duda de su "reputación": le atraen su espontaneidad, sus comentarios libres de prejuicios convencionales, pero le choca lo que se dice de ella, lo que ella misma dice de su vida en Nueva York, por ejemplo que recibía muchos señores que sabían distraerla. Sabe que la inocencia de Daisy es auténtica; pero se sorprende y no comprende cómo no se percata de la imagen de coqueta ("flirt") que genera.



Hoy en día, una joven hermosa que disfruta de los bienes que tiene no nos parece reprochable, si su comportamiento es distinto, lo juzgamos aún mejor, apreciamos la diferencia. De hecho, los jóvenes buscan ser diferentes, hemos pasado por "el ideal de autenticidad" que nos ha encaminado hacia la búsqueda de la distinción. Ser distinto es ser uno mismo, auténtico, pero en el último tercio del s. XIX, ese afán de la diferencia era considerado vulgar. Y vulgar ha llegado a ser cien años después cualquiera que se atiene a lo que hay, que no reniega de los modos habituales, que se conforma con las identidades formadas y no las considera grilletes que impiden su autorrealización.

El caso de Daisy Miller sigue un patrón diferente, de ahí que Winterbourne destaque más de una vez su inocencia: ella no tiene interés en rechazar al grupo exclusivo de los americanos, tampoco critica sus costumbres. Por ejemplo, al principio del relato, reconoce como un rasgo que podría imitar que padecer migrañas como la tía de Winterbourne es un signo de distinción. En Roma, consigue que su nuevo amigo italiano sea invitado a una fiesta "americana". Si por ella fuera estaría alternando su vida "libre" con la vida social de sus compatriotas. Pero son estos los que le cierran las puertas.  Y Daisy es realmente diferente, su atractivo personal crece para Winterbourne cuando la observa infringir reglas tácitas de conducta adecuada para lograr su objetivo que es simplemente disfrutar, y decrece cuando considera su ceguera a esas reglas y su renuencia a seguir cualquier consejo.

El tipo psicológico que ilustra Daisy Miller no puede convertirse en un modelo estable en el tiempo porque el suyo depende de las normas y valoraciones y de una sociedad determinada. El horizonte de significaciones que compartían los miembros del grupo social desde el que se juzgaba a la joven ha desaparecido y sin él el prototipo que representa Daisy Miller pierde vigencia. La fuerza de un tipo o su actualidad no depende de una época. El s. XIX nos ha legado unos cuantos arquetipos: pensemos en Madame Bovary que ha dado lugar a una caracterización psicológica; Oblomov que retrata una clase de pasividad enfermiza; Casaubon (en Middlemarch) que representa el tipo de erudito estéril. Además, estos modelos perduran con variaciones a través del tiempo y cruzan fronteras; un ejemplo español es "Don Juan", que tiene su origen en El burlador de Sevilla de Tirso de Molina y cuya difusión se debe a José Zorrilla quien publicó en 1844 Don Juan Tenorio. Los tipos psicológicos generados por la literatura suelen comportar, tras múltiples variaciones, perfiles muy adelgazados que caben en una multiplicidad de personajes más complejos. Estos perfiles prototípicos satisfacen a nuestra imaginación y a nuestro intelecto que parece tender por naturaleza a producir generalizaciones. Cuando tienen su origen en la literatura, estas generalizaciones constituyen ilustraciones cultas y didácticas y, como tales, abrevian descripciones y favorecen una rápida comprensión del carácter de determinadas personas. Además, la atemporalidad de rasgos de carácter nos acerca a personas que vivieron hace mucho, pues poco importa la época, la clase social, lo que destacan es la continuidad de los vicios y virtudes de la condición humana.





lunes, 31 de agosto de 2015

Charla de Rafael Yuste: resumen y opiniones.


La Fundación Juan March ofrece la posibilidad de ver y escuchar conferencias y entrevistas de temas variados. El 22 de mayo de este año se celebró una conversación entre el científico español Rafael Yuste y Antonio San José. Se trata más bien de una entrevista del segundo al primero, y no le resta mérito a Antonio San José que acierta con las preguntas, pues están pensadas para que conozcamos al hombre, al científico y las condiciones de diversas índole en las que desenvuelve su tarea. Rafael Yuste es profesor en la Universidad de Columbia y dirige el proyecto "BRAIN", una investigación centrada en el funcionamiento de la corteza cerebral que adopta un nuevo medio, la luz, para descifrar el "lenguaje" de las neuronas, 

La entrevista que dura algo más de una hora es entretenida e interesante. Entretenida porque Rafael Yuste habla con claridad y brevedad; es dinámica y no sesuda. Y es muy interesante porque se refiere a una diversidad de cuestiones que sugieren muchas otras.

Rafael Yuste es médico y se ha dedicado a la neurobiología. En la entrevista parece que ese cambio de orientación se debe a dos estímulos que se refuerzan o complementan: el que nombra en segundo lugar es el de una práctica psiquiátrica que realizó durante la carrera. Nos cuenta que tuvo que entrevistar a un paciente que le pareció extremadamente inteligente, pero malo, moralmente deformado. Y añade que ojalá se conociese a fondo esa patología y se pudiese "cambiar el interruptor de abajo arriba", pues una mente así de brillante podría ser muy útil a la humanidad. El primer contacto con la ciencia del cerebro lo tuvo a los 14 años cuando su padre le regaló un libro de Ramón y Cajal. Este premio Nobel español es alabado una y otra vez a lo largo de toda la entrevista. Ramón y Cajal es el hombre que él hubiera querido conocer, es el ejemplo de investigador honesto que publicó en su revista el articulo de uno de sus estudiantes que no estaba de acuerdo con él, es el modelo de profesional que trabaja por vocación.

La vocación es tratada de modo transversal, como muchos otros asuntos, ya que el clima de la entrevista es distendido y cálido y quizás por eso es llamada "conversación". A ello contribuye también el murmullo de fondo del público: por ejemplo, en el minuto 57, esas personas que nunca se ven ríen cuando por enésima vez Rafael Yuste declara "no sé qué decirte"; y es que este director de un proyecto puntero en Norteamérica (y del mundo entero) suele expresar no lo mucho que sabe, sino confirmar cada poco todo lo que no sabe. Sobre la vocación Rafael Yuste se expresa diciendo que "lo llevas dentro", "te llena la vida",  es una pasión; insiste que "se parece más al artista" que al profesor universitario o al funcionario, 

La idea inicial y recurrente del cerebro ( o corteza cerebral) que nos transmite Rafael Yuste es la de una maraña de neuronas en permanente actividad que origina cualquier reacción o proceso mental y que nos distingue del resto de los animales. La imagen que adopta para hacerse entender es la de una pantalla de televisión: comprendemos lo que ocurre en la pantalla cuando vemos la totalidad, ver un pixel o un rincón de la pantalla no nos permite entender la película. El desafío al que se somete como investigador es contemplar la totalidad de la red neuronal; hasta ahora se ha analizado la singularidad de una neurona pero no se ha vista la pantalla completa. Rafael Yuste repite que el objetivo consiste en desarrollar todas las técnicas posibles para asistir al espectáculo de  las interconexiones de las neuronas que originan pensamientos, percepciones, emociones o ideas. Dormidos o despiertos, nuestro cerebro (o mente) está siempre activa; de hecho no hay diferencia en la actividad cuantitativa de las neuronas entre la vigilia y el sueño. El cerebro, dice Rafael Yuste, es un sistema emergente, resuelve todos los problemas que se puedan resolver; guarda similitud con la máquina de Turing que postula la resolución de un enigma, si este tiene solución se hallará aunque tarde.

El equipo que dirige Rafael Yuste es multidisciplinar en el marco de las ciencias experimentales y formales: trabaja con químicos, físicos, matemáticos, biólogos, pero también con ingenieros. Las técnicas son tan importantes como la teoría, insiste Yuste y se refiere también a Ramón y Cajal para hablar de la importancia que éste le concedía al método, o más bien, a la imaginación para crear nuevos métodos y adaptar aparatos de un campo a otra función. Yuste describe su laboratorio como un taller mecánico, en él hay piezas y herramientas para hacer y perfeccionar aparatos que permitan ver mejor, ver de otra manera y "oír" el lenguaje de las neuronas. Comenta que los tecnólogos son personas que suelen quedar en el anonimato y, sin embargo, su labor es tan importante como la del teórico.

Entre los minutos 41 y 43, Rafael Yuste dice: "no sabemos como funciona el cerebro", "no sabemos como funciona la inteligencia", "la inteligencia es como un coche que no sabemos como funciona". No es posible todavía explicar las diferencias de inteligencia entre dos personas; tampoco es posible determinar las razones de que una persona sea más inteligente que otra; respecto del sueño, existen varias hipótesis que explican su función, y hay muchas evidencias que confirman que no podemos vivir sin dormir. Pero lo que es el sueño no se sabe. A la luz de tanta declaración de ignorancia, las personas que sabemos todavía menos, estamos totalmente desorientados: ¿cómo valorar todo cuanto hay escrito sobre el pensamiento?

La entrevista toca otros temas, tratados con humor y desenvoltura. A continuación voy a escribir algunas preguntas y opiniones sobre tres temas: la vocación, la importancia del método y la relación entre ciencia y tecnología. La razón es no alargarme demasiado, pues me parecería muy interesante discurrir sobre el episodio estudiantil en el que nos da a entender que nuestra corteza cerebral puede tener unas conexiones específicas que dan lugar al bien y al mal. Es un tema complicado, que me excede, y que continuaría con lo iniciado por Antonio Damasio en El error de Descartes.

Respecto de la vocación, éste es un tema que se ha tratado en muchos relatos literarios. Con la lacónica caracterización de Yuste estarían de acuerdo todos aquellos que sienten esa pasión que les hace dedicarse a algo y encontrar tiempo y fuerza para superar las dificultades de investigar sobre ese "algo". Claro que si no se sabe cómo se originan los pensamientos a nivel neuronal, tampoco se puede saber si todo el mundo tiene una vocación. A algunas personas el interés sostenido y amoroso por alguna actividad se les aparece muy pronto en sus vidas y otros parecen que no tienen vocación. Pero ¿qué significa no tener vocación? ¿Quizás se trate de un encendido neuronal que no se produce en algunos cortezas cerebrales? Si no se conoce en qué consiste la inteligencia no hay respuesta, todavía. Me ha llamado la atención la conexión que realiza Rafael Yuste en el minuto 41 entre voluntad y vocación. Dice que la voluntad es "una cualidad que tenemos que cultivar como si fuera una planta" y que es importante para ese "fuego interno" que es la vocación. No menos llamativo es el lenguaje que emplea Yuste: más lírico que científico. Ante el desconocimiento, nos queda la metáfora.

Yuste no hace distinciones entre emoción, ideas y pensamientos y las personas corrientes sí las hacemos. También algunos filósofos. Un pensamiento cuaja en una idea. La idea parece gozar de una estabilidad cognitiva mayor que un pensamiento. Y las personas "corrientes" creemos que las emociones están adheridas a ideas o pensamientos. Es como si las ideas o pensamientos que más nos emocionan tuvieran un color llamativo, que atrae a otras conexiones o pensamientos. Donald Davidson es un filósofo que no distingue entre ideas y pensamientos, él prefiere hablar de creencias. Mientras escuchaba a Rafael Yuste me acordaba de él puesto que defiende que todas nuestras creencias poseen la suficiente coherencia. Me sugiere el siguiente pensamiento: cuando se produce un cortocircuito es que ha habido una percatación de carencia de coherencia; el individuo, sin darse cuenta del todo, origina una nueva creencia que elimina la distorsión o, dicho de otro modo, se origina un nuevo camino de luces entre neuronas. Al principio de la charla, Rafael Yuste dice que lo que nos hace humano es la corteza cerebral y que esta es "la materia más compleja del universo". Lo más misterioso es que seamos seres que buscan sentido, que la actividad neuronal tan rica y persistente de lugar a palabras, sonidos articulados, fórmulas que persiguen traducir lo que pasa en nosotros y fuera de nosotros, Si buscamos armonía, ¿habrá armonía también en todo el encendido cerebral? Hasta es posible que la física cuántica le sea de ayuda al grupo de investigación de Yuste, pues de una sola creencia se disparan otras muchas en distintas direcciones, a velocidades variadas.

Y aludo a esta parte de la física, que desconozco, porque conecta con otra aseveración de Yuste: la fertilidad de la interdisciplinariedad, pero sólo entre las ciencias empíricas y formales. Yuste no se acuerda o no le interesa las sugerencias que puedan aportar otros ámbitos del saber, tales como la filosofía. En esto se distingue de Paul Feyerabend que sostenía que cualquier metodología es válida con tal de conseguir que la ciencia progrese y rechazaba distinciones valorativas entre saberes. Yuste afirma también que los métodos deben ser revisados, plurales, pero "dentro de un orden": no pienso que Yuste esté de acuerdo con el "todo vale" de la epistemología anarquista, creo más bien que se mantiene en los límites de lo que es un "paradigma" en el sentido de Thomas Kuhn. Y lo pienso así porque Yuste echa en falta una jerarquía en el ámbito de la investigación sobre la actividad neuronal que se esta desarrollando en EEUU. En el minuto 15, se queja de la falta de vertebración del proyecto Brain. Nos cuenta que son muchos los laboratorios, pero no están coordinados, carecen de un núcleo central que organice todo el material, que reparta tareas, que estudie los avances y marque direcciones. Claro que si se supiera mejor cómo se vertebran las partes del cerebro, quizás una investigación a la imagen de ese modelo ofrecería unas fértiles sugerencias.

Me ha llamado la atención la insistencia de Yuste al escaso reconocimiento social e institucional que se les da a los tecnólogos (¡a veces dice técnica, otras tecnología!). Parece que se premia o está más valorada la ciencia que la tecnología pero, sin embargo, los ingenieros tienen un papel imprescindible en la investigación. Si no se está permanentemente diseñando nuevos ingenios para "oír" las neuronas, las fórmulas y las hipótesis se quedan en bruma, en conjeturas atractivas pero ineficientes. Y la misma técnica promueve problemas teóricos interesantes; hay una relación de circularidad entre ciencia y tecnología y ninguna de estas disciplinas tiene prioridad sobre la otra. Estas afirmaciones recuerdan los textos de Martin Heidegger y de Ortega y Gasset que discutieron si era posible establecer una prioridad en el tiempo para una de ellas: ¿será posible determinar quien impulsó a quien? Seguramente la ciencia y la tecnología son inseparables como lo son la coordinación entre ambas manos, y también es verdad que una mano bien experimentada hace las veces de las dos. Pero esa relación ya la afirmaron los dos filósofos y este tema ha quedado aparcado. La ciencia aboca a la tecnociencia, si esto no es así no hay progresos en la investigación, eso al menos me parece que afirma este genial neurobiólogo.

De lo poco que afirma que sabe Rafael Yuste, inferimos todo lo que sabe, que es mucho. Creo que nos queda a los oyentes las ganas de oír mucho más. Y no me extraña que el proyecto BRAIN haya entusiasmado a Barak Obama, pues el descubrimiento de cómo engendramos nuestros pensamientos es apasionante, y hasta da vértigo si fantaseamos acerca de sus ventajas y peligros.



viernes, 14 de agosto de 2015

A un Dios desconocido

Opinión sobre esta novela temprana de John Steinbeck publicada en 1933.

No podían ser más diferentes: los cuatro hermanos Wayne tenían un temperamento muy pronunciado. El más pequeño era incorregible, parecía que atraía los problemas y no podía resistirse a ninguna juerga. Es como si sus hermanos mayores no le hubieran dejado nada por cuidar: Burton se ocupaba de lo trascendente, Thomas de los animales y Joseph de la tierra, y los tres eran apasionados.

A un Dios desconocido es la historia de Joseph, el hijo cuyo padre le confesó que veía una fuerza especial en él.  Joseph se fue del hogar paterno porque no había tierra para todos y encontró una enorme extensión de prados en California. Tras registrarla como su propiedad, aún viviendo solo y sin casa construida, la nombraba para si mismo "su hogar". Era tal su emoción que Steinbeck escribe que cuando Joseph se encaminaba hacia su tierra:
"comenzó a sentirse asustado e incluso ansioso, como un joven que se escapa para acudir a una cita con una mujer hermosa y sabia". 
Para su sorpresa, Joseph descubrió que el propósito de asentarse le proporcionaba un inmenso placer porque era "su tierra"
 "Su afán de posesión se tornó pasión, -es mía- dijo exultante. Todo lo que hay debajo es mío, hasta el centro de la tierra."
La alegría de posesión le hizo tumbarse sobre la tierra: "Por un instante había sido su esposa". Y pensó que debía buscar una. Y la encontró, una mujer guapa y culta, que buscaba entender el extraño lazo que su marido estrechaba con la naturaleza. Pero nunca fue tan fuerte el amor de Joseph por su mujer como por el pedazo de tierra que era suyo.

Su padre murió y sus hermanos se fueron a vivir con él, pues había mucho espacio y trabajo para todos. Joseph construyó su casa cerca de un roble y  este roble se convirtió para él en receptor del espíritu de su padre y en protector de su finca. Burton, el hermano que seguía las reglas del protestantismo al dedillo, no veía con buenos ojos que Joseph hablará con el árbol. Este lo hacía con disimulo, pero todos se dieron cuenta del trato especial que le daba al roble. Y así, cada día, el apego a su tierra aumentaba, sentía que él mismo formaba parte de ella, que tenía la obligación de cuidarla, que el objetivo de su vida estaba en ello: "Sólo trato de ayudar a la tierra" le dijo Joseph a su cuñada.

Es la tierra que le pertenecía y lo que en ella crecía, y lo que estaba debajo de ella, la que convirtió en su destino. No sufría tanto por las vacas que se morían de sed y de hambre, como por el espectáculo de la degradación de su tierra debido a la ausencia continuada de lluvia. No podía alejarse de ella para salvar al rebaño, se sentía atado a ella, era su guardián. Para Joseph no había habido elección, ese vínculo le había sobrevenido y lo aceptaba íntegramente, como si fuera lo que tenía que sucederle, tan natural como lo que le rodeaba.

Esta relación tan especial de Joseph con la tierra es el argumento de la novela. Steinbeck construye el carácter de un hombre blanco, que se impregna, sin darse cuenta, de creencias espirituales que "flotan" en el ambiente: son restos de historias y de prácticas indianas. Se cuentan como anécdotas; los lugareños se refieren a ellas para justificar nombres, identificar lugares. Algunos creen en ellas, otros las escuchan como curiosidades. Eran numerosas las distintas tríbus indias que vivieron en el suroeste de Norteamérica y también son muchos los antropólogos que se interesaron en los ritos y creencias espirituales de estos indígenas. Se trataba de una cultura oral en la que se repetían las historias; los ancianos transmitían a los más jóvenes los mitos que consideraban valiosos y les señalaban su verdad mostrando elementos de la tierra, signos del cielo y otros comportamientos de la naturaleza.

Pero la novela de Steinbeck no se parece ni de cerca a un tratado de antropología, es el retrato literario de un hombre especial; no hay expresiones como "animismo", "tradición oral", "tabús", u otras. A un Dios desconocido es una obra de arte que, como decía Henry James, no tiene la finalidad de instruirnos sobre creencias mítico-religiosas. Pero eso no quita para que Steinbeck muestre estéticamente, por medio de los personajes, la confusión o heterogeneidad de los contenidos de conciencia de los lugareños, que mezclaban creencias de las religiones occidentales con mitos y ritos de los indios. Incluso la esposa de Joseph, que era maestra y conocía bien los dioses griegos y las hazañas que se cuentan en La Iliada, fue insensible al ambiente espiritual que parecía tocar los espacios. Ella padeció la fuerza de un lugar, un claro del bosque en cuyo centro una gran roca cubierta de musgo parecía alzarse con un poder especial, según una leyenda de los ancianos indios que allí se reunían. Había que ser como Burton para no respirar en la naturaleza lo que quedaba de las antiguas costumbres.

Burton veía a Joseph como un sacrílego, y no sólo porque le susurraba al árbol, sino también porque consintió hacer una fiesta con una ceremonia católica. Burton era dogmático, su fe era también su bandera y no contemplaba la posibilidad de que existiese otra manera de entender el orden en el mundo. Joseph no tenía ningún interés en convencer a otros, al principio se daba cuenta de que su creencia en la presencia del espíritu de su padre en el árbol era muy atípica y lo convirtió en su secreto. La palabra Dios no entraba en los pensamientos de Joseph, su fe era el amor a su tierra. Lo más importante era el suelo, que consideraba el cuerpo vivo en el que corría el agua, y cuya vida se expresaba en los sustancias vegetales cuyas formas adquirían una sensualidad que le sobrecogían. Desde el inicio de su nueva vida en su propiedad, Steinbeck escribe que Joseph:
"Se sentía abrumado y medio hechizado por el bosque de Nuestra Señora. Había una curiosa femenidad en el entrelazado de las ramas y ramitas..."
La independencia de criterio y la fuerza de carácter de Joseph era respetada por los trabajadores de la finca y por los miembros de su familia. Él no tenía nada de predicador, actuaba como le mandaba su corazón, su carácter era tan fuerte como bondadoso. El padre Angelo intuyó en una ocasión que Joseph poseía los rasgos de un profeta, en eso era peligroso, pero no había temor, estaba solo y buscaba cada vez más el aislamiento. Y cuanto más sólo estaba, más se sentía unido a la tierra, más estaba poseído por ella hasta el punto de que terminó convencido de ser el elegido por ella para salvarla.


A un Dios desconocido es impactante. Las reflexiones a que puede dar lugar son tan variadas como sus lectores, señal de que es un relato muy interesante. Las preguntas que planteo a continuación no son las más interesantes, pero sí tienen buena dosis de extravagancia, sólo para mostrar hasta que punto esta novela pueden dar que hablar.

¿Y si es verdad que los lugares se llenan de presencias? Puede que si estamos rodeados de cemento, plástico y alquitrán nada se pegue a estos materiales, pero ¿y si algo quedase prendido del hombre, algo muy muy pequeñito, en otras sustancias naturales? ¿Y si la más moderna ciencia, de lo cuántico por ejemplo, descubre que el animismo tenía algún fundamento? Pueden que sean cuestiones ingenuas, pero es preferible la ingenuidad al refinamiento dogmático, o eso pienso yo después de leer esta novela.