sábado, 31 de mayo de 2014

Una conjetura: el cambio de valoración del impresionismo en Henry James


Las novelas de Henry James y mis lecturas sobre él hacen que me lo imagine como un hombre concentrado, serio y apegado a los convencionalismos sociales; así le veo en cualquiera de sus edades. Hay un libro fantástico sobre los años de madurez de Henry James, no es exactamente una biografía, pero Colm Toibin se ha documentado perfectamente y el retrato que nos lega es el de un hombre que amaba por encima de todo su trabajo de escritor. De la amplia biografía de Leon Edel resalta la sociabilidad de Henry James: le gustaba el trato con las personas que consideraba con gusto, sensibles y amantes de las artes.




Veo a James en la mayoría de las etapas de su vida como a un hombre organizado; buscaba su tiempo para escribir pero no descuidaba los eventos sociales en los que se reunían personas de prestigio o que tenían un abolengo reconocido. Estas preferencias le orientaban a tener juicios estéticos poco originales pero muy elaborados. Parece que sentía fascinación por el arte que se encontraba por doquier en Roma, y Venecia era un lugar maravilloso para él, donde se podía coger un nuevo aliento para el trabajo. A Henry James le encantaba el gran arte clásico que encontraba en Italia. Quizás por ello, la irrupción de estilos en el último tercio del siglo XIX que pretendían romper con la tradición le ponían, en un primer momento, receloso. Esto es, grosso modo, lo que me parece que le pasó con la pintura impresionista. Se trata por supuesto de una conjetura, pues carezco de información suficiente para afirmar estas dos cosas: que Henry James modificó su juicio estético a propósito de esa pintura y que ese cambio se produjo en gran parte por la influencia de personas a las que James les daba crédito. No obstante, voy a ensayar un esbozo de esta doble conjetura.

El ensayo de Henry James del que he tratado en las entradas anteriores El arte de la ficción sostiene unas tesis "avanzadas", pues sitúa la labor del artista "en campo abierto", en la libertad de recrear con gusto las sensaciones que componen "la atmósfera" de la experiencia. Las definiciones que allí encontramos recuerdan a los impresionistas, sobre todo porque tenemos en cuenta que el año 1884 en el que se publicó este ensayo corresponde a una época en la que esos pintores empezaban a tener una aceptación en Francia y en el extranjero.




En el libro que aparece en la foto se encuentra una breve reseña de Henry James que data de 1876, titulada "Parisian Festivity", publicada en el New York Tribune. En ella su autor acusa a un grupo de pintores de no saber dibujar y de no conocer la diferencia entre lo bello y lo feo. Son el grupo de los Intransigentes, llamados así porque exponen en una galería independiente, al margen del Salón Oficial. James está comentando la segunda exposición de los impresionistas que se celebró en París en el mes de abril y que tuvo aún menos público que la primera. Los visitantes se ríen con esas pinturas y los críticos no reconocen esa manera de pintar como un nuevo estilo, les parece falta de técnica en el trazo y de coherencia en los colores.

En el texto de El arte de la ficción, escrito ocho años después, las referencias a la "impresión" son numerosas por lo que me parece que no pueden ser casuales. El argumento principal es, desde luego, que James elegía con cuidado los términos. Las definiciones que siguen se encuentran en el ensayo sobre la ficción y el concepto de impresión es protagonista:
"Una novela, en su definición más general, es una impresión personal y directa: eso, para empezar, constituye su valor, que es mayor o menor según la intensidad de la impresión".
"Si la experiencia consiste en impresiones, puede decirse que las impresiones son experiencia, así como (¿no lo hemos visto?) son el aire mismo que respiramos".
Estas afirmaciones, que versan sobre cuestiones fundamentales como son la novela y la experiencia, no casan con sus sentencias negativas de 1876. Ese año, en la reseña de mayo del New York Tribune, Henry James declaró que para esos pintores lo bello "es lo que lo sobrenatural es para los positivistas" y concluye que "son unos cínicos".                                                                                                                                                                                                              
Claude Monet, Eduard Manet, Camille Pissarro, Paul Cézanne, Pierre-Auguste Renoir, Alfred Sisley, el grupo de hombres iniciadores del movimiento impresionistas en pintura, tenían también desde sus inicios sus defensores: Emile Zola era un joven escritor que admiraba a Manet, consideraba su arte la expresión viva de la naturaleza y elogiaba los temas cotidianos que estos pintores elegían, así como el tratamiento espontáneo y lleno de vida y de luz que daban a sus cuadros. También el poeta Stéphane Mallarmé se admiró desde un principio de la agnosia viual de estos artistas; quizás la mejor manera de definir esta agnosia se encuentre en la siguiente declaración de Monet:
"...deseaba haber nacido ciego y haber recobrado la vista súbitamente para comenzar a pintar de este modo sin saber qué objetos eran los que tenía ante sí."
En El arte de la ficción escribe Henry James que el aprendiz de novelista tiene que gozar de "la capacidad de recibir impresiones directas"; esta afirmación puede interpretarse, al son del contexto del ensayo, como que el artista tiene que tener la sensibilidad para dejarse impresionar, para que una experiencia le conmueva, tiene que tener la capacidad de enfrentarse a una situación pre-conceptual que origine la búsqueda de un nuevo sentido. Así Monet quería recrear las formas y los colores sin saber a qué objetos correspondían; se trata de una representación que quiere constituirse en una nueva lectura de la realidad. En ambos casos, escritor y pintor, dibujan con palabras o colores una representación de la realidad que lleva al espectador a una pequeña "revolución" de su manera de interpretar respetando la impresión viva de su experiencia.

Es difícil no ver en el escrito de James de 1884 una afinidad con los impresionistas. Quizás no llegó nunca a admirar esa pintura; no obstante, sí que es bastante probable que terminase aceptando que las telas impresionistas tenían cierto valor. John Rewalt escribe que fue un amigo de Renoir que ofreció la primera definición de impresionismo: "Tratar un tema por los tonos y no por el tema en sí, esto es lo que distingue a los impresionistas de los demás pintores".




Sin pretender descalificar esta definición, llama la atención la variedad de temas de los pintores impresionistas; ellos buscaban en todas partes la inspiración de sus cuadros, buscaban sobre todo la luz y por ello le atraían los temas cotidianos, como decía Zola, al aire libre y a plena luz. Es ese elemento, la luz, que pretendían recrear, les fascinaba los juegos de la misma sobre las distintas superficies. Huían de las sombras oscuras que proyectaban los luces artificiales sobre los motivos inmóviles, de esta manera su expresión de la realidad, basada en las apariencias de las cosas bajo la luz móvil de la naturaleza rompía con las pinturas realista y romántica.

Y qué hay en los relatos de Henry James si no una descripción de los rasgos psicológicos que se enriquece bajo luces o situaciones distintas. James se acerca a sus personajes y desmenuza sus impresiones de conciencia. Las descripciones de carácter es el tema central de sus novelas, ellas siempre constituyen si no la intriga, al menos parte de ella. Las pequeñas modificaciones de las emociones y pensamientos de la conciencia de los personajes son el equivalente a las pequeñas variaciones de las cosas vistas bajo una luz distinta en pintura.




Se considera que la última exposición del grupo de los impresionista data de 1886, la séptima y anterior a ésta se celebró en 1882, dos años antes de la publicación de El arte de la ficción. La tercera exposición se celebró en 1877 y August Strindberg fue a verla en dos ocasiones, parece que quedó sorprendido por esas "telas extraordinarias" y escribió para un diario sueco un artículo que tuvo cierto éxito. En 1879, en la cuarta exposición, se incluyen once telas de una pintora norteamericana Mary Cassatt. Este hecho probablemente fue conocido por Henry James, pues esta joven, admiradora de Degas y amiga de la pintora Berthe Morisot, también del grupo impresionista, pertenecía a una familia acomododa de Pensilvania y sabemos que James viajaba con frecuencia a París, se interesaba por los actos culturales y se reunía allí con los norteamericanos de su condición social.

En la cuarta y quinta exposiciones de los impresionistas, Mary Cassatt también mostró sus cuadros con temas maternales llenos de luz que inspiraban ternura y la delicadeza de sus trazos y tonos fueron alabados. Esta pintora hizo bastante para que se conociera el estilo impresionista en EEUU, pero también contribuyó a ello Paul Durand-Ruel, el galerista parisino que desde un principio confió en el  nuevo estilo y que viajó a ese país ávido de noticias del viejo continente con unos cuantas telas de Monet y Renoir entre otros.




Cada mes de abril en el que se realizaban las exposiciones se publican revistas que describían los cuadros y los visitantes se burlaban cada vez menos y empezaban a considerar que los cuadros tenían cierta belleza. No obstante, los cuadros se vendían por cantidades pequeñas porque los compradores consideraban que era una pintura hecha en el lugar, fruto de unas impresiones y se realizaban rápidamente; no había el trabajo de taller lento donde las pinceladas se superponían y lograban un aspecto de inmutabilidad y grosor que parecía dar más valor a los cuadros.

Es imposible que Henry James fuera ciego y sordo a estos acontecimientos anuales. Además, escritores como Mallarmé y Zola escribían acerca de esa pintura en términos fundamentalmente elogiosos. El 30 de septiembre de 1786, Mallarmé había escrito en "The art Monthly Review" que, a pesar de ciertos reparos, estos pintores habían alcanzado "un resultado plausible: hacernos entender cuando miramos a los objetos más corrientes la delicia que sentiríamos si pudiéramos verlos por vez primera."

Edgar Degas, Las planchadoras

Émile Zola es un escritor del que podemos encontrar en los escritos de Henry James muchas referencias. Siendo Zola un joven que no era famoso, le gustaba visitar al grupo de impresionistas; Manet fue de los primeros pintores que elogió sin reservas. Zola estuvo siempre atento a lo que presentaban los pintores y su juicio acerca de ellos fue evolucionando, su entusiasmo inicial se vio disminuido a partir de la séptima exposición, pues consideraba que cada pintor impresionista o "naturalista" como él prefirió siempre llamarlos, mostraba un estilo muy personal, pero fallaban en la formulación de un estilo común que legara a la posteridad unas claves para el progreso en el arte pictórico.

Cuando en 1877 Émile Zola publica La taberna, la novela obtiene mucho éxito y al autor se le da la bienvenida a todos los círculos literarios. Él mismo Henry James nos cuenta que tuvo la oportunidad de conocerle personalmente y sus comentarios no pasaban desapercibidos. Hay en los textos de James sobre Zola una alternancia de elogios con pequeñas críticas que merecerían ser investigadas. De lo que no cabe duda es de que James estaba pendiente de las producciones de Zola, y a veces he creído percibir cierta envidia en James por la libertad de juicio que caracterizaba a Zola. (Por supuesto, es una hipótesis muy atrevida que no estoy en disposición de demostrar, pero es una intuición que he sentido repetidas veces).




A partir de 1876 Henry James decidió que su residencia definitiva no iba a ser Nueva York, después de un año en París, su preferencia se decantó por Londres. Lo mismo le pasó al pintor estadounidense James McNeill Whistler, amigo de Eduard Manet, cuyo estilo veían algunos críticos, entre ellos Mallarmé, que tenía cierta afinidad con los impresionistas. Entre Whistler, James y el poeta Robert de Montesquiou-Ferenzac se crearon unos lazos de amistad que les llevaba a reunirse con cierta frecuencia y disfrutaban charlando de temas artísticos e intelectuales. Parece que Oscar Wilde también asistía a algunas de estas reuniones. Estos contactos, junto con las influencias anteriores y seguramente muchas otras, propiciaron un cambio de perspectiva en Henry James. Pienso que no es atrevido ahora pensar que James aprendió a disfrutar de las telas impresionistas. Y, ya puesta en lo hipotético, en El Arte de la ficción, el uso del término "impresión" es un reconocimiento de la verdad del nuevo estilo.





2 comentarios:

  1. Creo que tienes toda la razón al defender que lo reconociera o no la literatura de James es impresionista o que tiende al impresionismo, incluso puede que su última época lo sea plenamente, ¿qué implica después de todo el "punto de vista" que él introduce en literatura? Es muy interesante que sugieras el nacimiento de esa revolución literaria en conexión con esta otra revolución en pintura. Excelente.
    ¿Sabes qué es curioso también? Que lea tu artículo en un momento en que estoy ocupado con tu querida Anita Brookner, jamesiana donde las haya (aunque ella reniegue de las influencias), con una novela cruzada también por la pintura, "Una relación inconveniente".

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    1. ¡Qué bien que leas a Anita Brookner! Ya tengo ganas de saber lo que piensas de la novela. Además, tengo entre manos una entrada que versa del retrato en la pintura tratado en la literatura. Me voy a buscar "Una relación inconveniente", a ver lo que me sugiere.

      Lo pasé bien redactando esta entrada sobre la pintura impresionista a pesar de que me costó seleccionar lo relevante y ser clara; a veces, pienso que no he aprovechado adecuadmante todo el material y los datos que fui acumulando. Son muy interesantes los estudios de los poetas y escritores sobre la pintura, creo que enseñan a mirar y esto es apasionante porque así se disfruta más de la pintura, entre otras cosas.

      Y gracias.

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