domingo, 13 de octubre de 2019

El carácter es el destino (Continuación del comentario de Brooklyn y fin)

Un historia de amor para el resto de la vida


La sinceridad como un valor en sí no es algo que Eilis toma en consideración. Ella sabe que debería decir que esta casada a su madre y amigos, y si no lo hace es porque no se ve motivada o empujada a hacerlo. Esa omisión le da una ventaja que no había contemplado, pero de la que se beneficia en un principio: Jim Farrel no se hubiera acercado como lo hizo. Conforme la relación entre los dos se hace más íntima, Eilis la disfruta, no tiene presente a Tony. Su condición civil se emboza con el nuevo sentimiento de sentirse enamorada y se da cuenta que nunca lo ha estado de su marido. En Enniscorthy, en su tierra natal que tanto ha echado de menos, Brooklyn deviene lejano. Por las noches, ve las cartas de Tony, las sigue recibiendo pero ya no las abre, las guarda en el cajón junto con sus escrúpulos. Si se pusiera a reflexionar, se le acabaría la felicidad.

La que pone fin al sueño que vive Eilis es la peor persona de la novela. La señora Kelly le esboza su situación ante los ojos, la que sin decirlo la tacha de inmoral. Es una casualidad que sea ella, precisamente, la que esté informada de la relación sentimental de Eilis en Brooklyn, y de que, con medias palabras, le haga saber que de ella no puede esperar una cómplice comprensiva. Cuando sale de casa de esta mujer, nuestra protagonista ya sabe lo que tiene que hacer. Se da perfecta cuenta de que este viaje a Enniscorthy constituye un capítulo excepcional de su vida, no es su vida real. Al día siguiente de su entrevista con la señora Kelly, emprende el viaje de vuelta a Brooklyn sin hablar con Jim, sin decirle la razón de su partida. Ahora tiene prisa por regresar y le confiesa a su madre que está casada. La despedida es parca y breve, no median explicaciones.

Así termina la novela:
""Ha vuelto a Brooklyn", diría su madre. Y, mientras el tren cruzaba Macmine Bridge en dirección a Wexford, Eilis imaginó los años venideros, cuando aquellas palabras significaran cada vez menos para el hombre que las había escuchado y cada vez más para ella. Casi sonrió al pensar en ello, después cerró los ojos e intentó no imaginar nada más".

¿Qué significa esa "casi sonrisa"? Colm Toibin deja que el lector la interprete; quiere decir tantas cosas que el autor se calla, no viene a ayudarnos como lo haría otra gran escritora, estoy pensando en George Eliot, Ahí está una "casi sonrisa", la vemos como si fuera la cámara que se acerca al rostro de Eilis y el espectador lee en sus ojos la profundidad de sus pensamientos. Este episodio quedará en su memoria mucho tiempo vivo, será su secreto. Jim sufrirá al principio y después se cerrará la herida. Una aventura amorosa que ha durado un mes para él y, por sus consecuencias, probablemente toda una vida para ella. Y ahí esta su castigo: es la mala conciencia de haber engañado a los dos hombres que la quieren, la pena de causar dolor a Jim y, más aún, la pena que ella siente por si misma y que sabe que se merece. Esa media sonrisa que se esboza es el reconocimiento de que habrá en su dolor, justicia. Es una casi sonrisa sobre un fondo de tristeza. No quiere imaginar nada más porque sabe que tiene el resto de su vida para ello. Para pensar lo que hubiera podido suceder si hubiera tomado las riendas de su vida:

Si hubiera expresado que no quería emigrar, si no hubiera trabajado con la señora Kelly, si no se hubiera casado con Tony, si hubiera dicho que estaba casada a sus amigos, si se hubiera tenido el valor de sincerarse con Jim, de escribirle a Tony acerca de sus dudas, pero Eilis es como la conocemos a través de las páginas de la novela, su conducta es contemplativa, conciliadora, no está en su temperamento cambiar el curso de los acontecimientos. Con estos silencios tendrá que cargar Eilis, se los podrá explicar a sí misma, pero el lector que considera a Eilis una buena persona sabe que no podrá justificarse.

Recientemente he leído en el libro de Willa Cather Para mayores de cuarenta esta reflexión que suscribo:
"Walter Pater decía que todo auténtico gran drama debe, al final, seguir presente en la mente del lector como una especie de balada. Podría decirse que toda gran historia debe dejar en la mente del lector sensible intangible de placer: una cadencia, una calidad de voz que es exclusiva del escritor, individual, única." (pág. 85)

 Brooklyn seguirá en mi mente como una "especie de balada".


lunes, 9 de septiembre de 2019

Estar cerca de sí (continuación del comentario de Brooklyn)


Los filósofos antiguos afirmaban que para actuar bien hay que conocerse a sí mismo. Es una manera de expresar que la conclusión de la deliberación práctica tiene en cuenta las particularidades de los argumentos que forman la premisa menor. Si la premisa mayor es ¿qué debo hacer? o ¿cómo hacer lo correcto? y la premisa menor está constituida por el conjunto de todas las particularidades de la situación que el sujeto tiene el valor de exponerse a sí mismo, entonces la conclusión puede llegar a ser vinculante. El lector no puede encontrar, a priori, una razón para dudar de que Eilis Lacey, la protagonista de la novela  Brooklyn de Colm Toibin, no quiera hacer el bien para sí misma sin causar daño a otros.

Lo que he llamado "las particularidades de los argumentos" corresponde a lo que el filósofo británico Bernard Williams llama "el conjunto motivacional" de una persona. Saber lo que queremos, reflexionar sobre nuestras creencias constituye ese conocimiento de sí mismo que nos puede llevar a actuar bien. No es tan fácil saber lo que queremos, porque nos dejamos llevar por las preocupaciones cotidianas, porque pensamos a corto plazo, porque cambiamos, a veces sin darnos cuenta. Con respecto a nuestra protagonista, lo que el lector percibe es que no ha llevado nunca a cabo un relato más o menos completo de lo que quiere. Sabemos que quiere ser contable, como su hermana y que se alegra de contribuir a la economía familiar. Y sabemos también que no quiere emigrar. Lo que ocurre es que no lo dice y nadie se lo pregunta.

Es un hecho que no suele ser reconocido que en el seno de las familias no se enfoca directamente la educación moral. Lo que está bien y lo que no se aprende por ósmosis, por imitación y quizás también porque hay algo de natural o heredado. Y cuando la naturaleza ha dotado de un buen temperamento al individuo, insistir en pautas de corrección moral parece accesorio. Mi interpretación de la educación que Eilis ha vivido va en ese sentido: Eilis tiene un temperamento dócil, es "buena" al modo convencional y "externo" de entender esa palabra. En las dos entradas anteriores, he dibujado a Eilis como una joven obediente, atenta con los demás, que se adapta. Y parece que para su madre y hermana eso es suficiente; ellas están ahí para cuidar de Eilis y saben lo que es mejor para ella. No se le pregunta: ¿quieres irte a Estados Unidos?, ¿qué sientes?, ¿qué piensas?

Estoy convencida de que los especialistas en educación moral piensan que la expresión de nuestros pensamientos es a la vez expresión de nuestras emociones. Verbalizar nuestras creencias es la oportunidad de ponérnoslas enfrente y no sólo darlas a conocer a los otros, constituye un acceso a nuestra interioridad. Se inicia un diálogo consigo mismo y con los otros que es el camino al autoconocimiento.

Imaginar lo que nos gustaría ser conforma también un retrato de nosotros mismos: nos situamos ante los demás de una manera, ponemos en valor a personas y actividades, especulamos sobre nuestros sentimientos futuros. Tony, el marido americano de Eilis, se imagina el futuro con ella, donde vivirían y que tendrían hijos. Jim Farrell, su amigo íntimo de Enniscorthy, también se atreve a hacer planes que incluyen a Eilis. Y ella no dice nada. Lo que sabemos, lo único que ella sabe, es que le gustaría trabajar como contable.

Cuando la señora Kelly pide ver a Eilis y le comenta que tiene contacto con su casera en Brooklyn y que conoce su relación con Tony, Eilis sabe lo que tiene que hacer, volver a Estados Unidos. Se siente pillada, avergonzada, y huye. De su condición de mujer casada, solo informa a su madre, a Jim le escribe una carta. El lector piensa que es una manera precipitada y cobarde de irse, pero conocemos a Eilis mejor de lo que se conoce a sí misma y otra cosa nos hubiera extrañado. Es lo mejor que podía hacer, sin ser lo bueno que hubiera debido hacer.

El comentario de la novela tendrá una última entrada.

sábado, 31 de agosto de 2019

Los silencios de Eilis (continuacíón del comentario de la novela Brooklyn)





La vida que durante un mes ha llevado Eilis Lacey en Enniscorthy a su regreso de Estados Unidos es la experiencia tan singular a la que me he referido en la entrada anterior. Esa experiencia es de las que transforma el resto de la vida, y no porque se modifiquen las condiciones materiales de la vida, sino porque transforma la vida interior. Sería menos especial si Eilis pudiera contarla, pero no lo hará. Se convertirá en su secreto, un secreto doloroso porque engañó, pero también fue bonito, y representará en momentos de crisis una posibilidad de existencia que pudo ser y que no tuvo el valor de perseguir hasta el final. 

Esta entrada es una aproximación al carácter de Eilis o su falta del mismo. La cita que sigue da una idea del temperamento de nuestra protagonista por el contraste con el carácter de su novio. Tony  es un chico decidido, conoce la profundidad e intensidad de sus sentimientos y tiene imaginación y sabe que Eilis no la tiene, no se representa el futuro. ella está sumida en el presente, en sus tareas cotidianas y en sus recuerdos del hogar. En esta conversación, Eilis parece una niña, no se comporta como una joven que ha analizado sus sentimientos, que tiene expectativas, que reconoce sus dudas.

    “- Cásate conmigo antes de irte – dijo él, casi sin voz.
           -  ¿Qué has dicho? – Eilis fue hacia el portal y se sentó junto a él.
      - Si te vas, no volverás.
          --  Solo me voy un mes, ya te lo he dicho.
          -   Cásate conmigo antes de irte.
      - No confías en que vuelva.
      - He leído la carta que te escribió tu hermano. Sé lo difícil que sería para ti ir a casa y después tener que volver. Sé que sería difícil para mí. Sé lo buena persona que eres. Viviría con el temor de recibir una carta tuya contándome que tu madre no puede quedarse sola.
      -   Te prometo que volveré. 

      (.........)
      Al hablar los ojos de Tony se llenaron de lágrimas.
      - Porque si no lo hacemos, me volveré loco.
      - ¿Y no se lo diremos a nadie?
      - A nadie. Nos tomaremos medio día libre, ya está.
      - ¿Y llevaré anillo?
      - Puedes hacerlo si quieres, pero si no, no pasa nada. Todo eso podría ser algo privado y solo entre nosotros dos, si quisieras.
      - ¿Una promesa no sería lo mismo?
      - Si puedes prometerlo, también puedes hacer esto fácilmente."

Nadie que haya leído la novela puede pensar lo contrario a Tony, Eilis es una buena persona. Normalmente, entendemos que una buena persona es la que es considerada con los sentimientos de los demás y en la que se puede confiar.  Eilis ha demostrado que le importan los sentimientos de los demás: he contado en la entrada anterior como su jefa en la tienda sabe aprovechar su cuidadoso trato para ponerla al frente de la clientela negra. Por supuesto, es una estupenda empleada y sabe mantener  con todas las personas una delicada distancia. Antes de abordar el tema de la confianza, voy a tratar los silencios de Eilis, pues éstos van a marcar su destino. De entre ellos, he seleccionado los siguientes:

1.- La familia Lacey vive con estrecheces y hay escaso trabajo en Enniscorthy, por ello Eilis acepta el empleo para trabajar los domingos en la tienda de ultramarinos que le ofrece la señora Kelly. Si hay una mala persona en la novela ésta es la dueña de la tienda. Rose dejó de ir a comprar allí porque el trato tan desigual que se da a los clientes es ofensivo. Esta señora manda a sus empleadas dar pan del día anterior para los clientes "pobres", decide que productos están en existencia en función de quién los pide y no respeta un orden de llegada. De todo ello se da cuenta Eilis y lo registra mentalmente, pero no hace ni dice nada. Es más, Eilis se calla algunas actitudes de la dueña porque teme que su hermana se enfade y no le permita seguir trabajando. 

2,- Rose se ha puesto en contacto con el padre Flood, un sacerdote que en Brooklyn cuida de la comunidad de irlandeses. Un día viene a merendar. Están la madre, Eilis, Rose y el sacerdote y sólo hablan los dos últimos. Es llamativo que Eilis no haga preguntas, pues es su partida, ella mira y escucha, pero calla, al igual que la madre que ha delegado el asunto, como tantos otros, en su hija mayor. Eilis no quiere irse. El lector espera que en algún momento se pronuncie, diga que no desea abandonar el hogar. Es más, en los días siguientes, Rose prepara el viaje de su hermana, documentos y ropa, y Eilis, para no acentuar la pena silenciosa de su madre, para no contradecir a su hermana, se muestra despreocupada, casi alegre.

Del primer episodio sorprende que Eilis no se altera trabajando en ese lugar. Ella sabe que el dinero es bienvenido en casa y evita el relato del trato de la señora Kelly cuando está su hermana, y si cuenta algo lo hace en tono de humor, para que Rose y su madre se diviertan. Eilis advierte que su jefa es injusta y que mientras realice su tarea adecuadamente, seguirá empleada.  En la segunda escena, Eilis desespera al lector: ¿por qué no se expresa? ¿por qué no dice que ya está añorando su hogar? Su confianza en el criterio de Rose es absoluto, pero ella no es sincera.

3.- Eilis ha vuelto al hogar y junto a su madre arreglan asuntos dependientes de la muerte de Rose. Las dos han estado muy cerca físicamente, sin embargo la comunicación ha sido pobre. Su madre no le ha preguntado por su vida en Brooklyn y ella no ha encontrado el momento de anunciarle que se ha casado, ni siquiera le dice que tiene una relación sentimental. La madre, acongojada por la pérdida de su hija mayor, no parece interesada por cómo es la vida de su hija más allá del océano, al igual que su amiga ocupada en preparar su boda. Y pasan los días y calla.

En las cuatro escenas se reconoce un patrón de conducta que define la personalidad de Eilis: una percepción adecuada y una respuesta inadecuada. En la primera, Eilis se da cuenta de que Tony quiere una garantía de su regreso, en la segunda sabe que trabajar para la señora Kelly supone cierta complicidad en el comportamiento indigno; en el salón de su casa, percibe que Rose conversa con el sacerdote para que las tres mujeres queden tranquilas respecto a la atención que a Eilis se le dará en Brooklyn; y, en la cuarta situación, Eilis va callando y se da cuenta de las ventajas día tras día, de mantener su otra vida, la de ultramar, entre paréntesis.

En relación a sus temas de estudio, de derecho y contabilidad, Eilis saca muy buenos resultados. Su inteligencia piensa en estos asuntos hasta el final y con bastante precisión. Con respecto a los asuntos humanos que le conciernen, Eilis actúa como espectadora, como si no fuera del todo ella, o como si fuese solo una parte de ella la involucrada. Esa impresión es la que da en las situaciones descritas. Como consecuencia de esa actitud, nuestra protagonista no se pone en acción, no desencadena voluntariamente algún suceso que modifique en algo el estado de cosas. En cuanto a su trabajo en la tienda, Eilis se pliega a las exigencias de su jefa, actúa como "una niña buena", situándose en un nivel pre-moral. Tampoco Eilis es capaz de oír su propia voz, de hacerse presente con algún comentario en la reunión con el padre Flood, como si no se tratara de su partida.

Con respecto a la decisión de contraer matrimonio, sorprende que se ocupe de un asunto tan intrascendente como llevar o no el anillo. Quien haya leído la novela sabe que Eilis le tiene mucho afecto a Tony, pero que sólo después de reflexionar puede decir que le ama. Esa no es la actitud de una enamorada y ella lo sabe. Es un botón de muestra de una pauta de pensamiento y de conducta que la caracteriza. Eilis no lleva hasta el final el pensamiento de todo lo que significa contraer matrimonio. La charla sobre el anillo es una evasión y también y sobre todo la confirmación de que "esto a ella no le pasa". El anillo no se lo va a poner: así no lo ve nadie y ella tampoco, así es como si nada hubiera cambiado, si no estuviera casada. Pero esto no lo tiene presente en su conciencia.

¿ Es falta de valor? ¿Es carencia en su educación moral? ¿Podemos seguir afirmando que Eilis es una buena persona?


Continuará

viernes, 12 de julio de 2019

Comentario de Brooklyn, una novela inolvidable.

Una buena chica irlandesa en Brooklyn

Ya hace más de cinco años que leí por segunda vez Brooklyn de Colm Toibin. Para escribir este comentario no la he leído de nuevo porque prefiero dejar constancia de lo que de ella me ha quedado. A menudo me he acordado de la protagonista y de si era posible una vida medianamente feliz después de su experiencia tan especial. Hacía tiempo que quería escribir acerca de esta novela. Si antes no lo he hecho ha sido por temor a que mi comentario no estuviese a la altura del relato. Finalmente, me decido a escribir porque nunca estará a ese nivel.

La expresión de Colm Toibin es delicada y sencilla, a la vez cercana y distante. Es fácil la lectura por las palabras y las oraciones nunca enrevesadas y porque las situaciones y los diálogos son transmitidos con una magistral naturalidad. Y algo de desapego también hay en el estilo porque el autor ha hallado el punto de mira exacto para no involucrarse en los hechos. La neutralidad narrativa se constituye como el fondo descriptivo en el que el lector ve resaltado su propio juicio durante el proceso de lectura, cuestiona la conducta de los personajes y su propia valoración.

La novela narra la historia de Eilis, una joven irlandesa que emigra a Estados Unidos, su viaje, la adaptación, la vida en Brooklyn. Es un fragmento de biografía contada sin estridencias, y precisamente ese estilo otorga más relieve a determinados sucesos. Colm Toibin no escribe ninguna fecha; los acontecimientos históricos, las costumbres de la gente, ponen la precisión. Esa ausencia añade una dimensión atemporal a la narración o no sé si más bien un alcance universal, pues aunque las vivencias son muy especificas, la sustancia de ellas podría darse en cualquier lugar y época. Esto es, las relaciones entre las personas y las emociones que las acompañan recuerdan que somos seres atrapados en las situaciones que dependen, muchas veces y en gran parte,  de nuestro carácter.

Por ejemplo, cuando Eilis trabaja en la sección de ropa interior en los almacenes de Brooklyn, su jefa le encarga atender a una clientela nueva; Eilis es inteligente y dócil y está sola, nadie le va a criticar que trate con mujeres negras. Otras chicas de la tienda son norteamericanas, tienen prejuicios y sus familiares pueden quejarse de que sus hijas se pongan al servicio de ese público. La estrategia comercial es estupenda, ganar más dinero ampliando las ventas. El objetivo es el crecimiento de la riqueza, no importa el color de las medias que se venda, es indiferente el color de las piernas. Eilis va a ser la vendedora perfecta para esas clientas, no siente rechazo hacia ellas, es más, le producen un sentimiento de simpática curiosidad. No reflexiona Eilis acerca de la igual dignidad de las personas, está claro que para ella, sin que lo explicite el narrador, las mujeres negras merecen la misma atención que las blancas. El lector percibe que su comportamiento es el correcto, que el paso atrás de la otra vendedora es de mala educación u ofensivo.

Eilis es una chica atenta a los sentimientos de los otros; se deja aconsejar en muchos asuntos y no suele pronunciarse. Ha conocido a Tony que se ha enamorado profundamente de ella. Eilis se deja querer, y ella le quiere, pero sin la pasión del enamoramiento. Tony, hijo de emigrantes italianos, le hace compañía, le espanta la añoranza de su hogar. Gracias a él, la rutina se hace menos pesada. Eilis trabaja y estudia por las noches contabilidad, siempre quiso ser contable como su hermana mayor. Es una joven muy responsable, sale los sábados al baile de la parroquia y una vez fue al cine con Tony, precisamente al estreno de la película Cantando bajo la lluvia.

Un día, Eilis recibe un telegrama y tiene que volver a su pequeña ciudad de Irlanda. En Enniscorthy es recibida con una mezcla de calidez y de admiración, pues su estilo se ha impregnado de cierta modernidad cosmopolita. Reanuda rápidamente relaciones amistosas. El chico del que estaba platónicamnete enamorada antes de emigrar se interesa por ella y comienza una historia de amor. Eilis es feliz, vive como soñó vivir y disfruta del presente. Por lo demás, tiene la oportunidad de mostrar su competencia como contable, pues la empresa donde trabajaba su hermana le pide un favor que ella cumple de manera sobresaliente. Tony se convierte en una persona lejana, no piensa en él,  las cartas que recibe se acumulan al fondo de un cajón. Retrasa su partida y no le habla a su madre de Tony, esto es, no le dice que se ha casado.

Brooklyn es para Eilis el pasado del que se ha despegado. Parece vivir en Enniscorthy como si no se hubiera ido, se compromete con las personas como si el futuro le perteneciese. Es el lector el que siente el "como si". Eilis vive el presente con tal intensidad que no quiere pensar en su otra vida.Todos los que la acompañan en su ciudad natal, su madre, su novio, sus amigos y vecinos, la consideran ya como parte integrante de sus vidas. ¿Los está engañando? ¿Cómo es posible ese autoengaño y cómo de profundo es? Eilis arrincona en algún lugar de su conciencia el compromiso sentimental y el trabajo que la esperan en ultramar.

Continuará